¿Hombres de carácter o juguetes de los caprichos?
En mis años de infancia, adolescencia y juventud, a los educandos se nos hablaba bastante de llegar a ser hombres de carácter, hombres con personalidad. Se publicaban incluso libros sobre el particular, con títulos tales como La formación del carácter, El joven de carácter, etc. Y por joven u hombre de carácter se entendía un joven de voluntad recia y empuje ante la dificultad, audaz, entusiasta, aquél que no se dejaba llevar por el último viento que soplaba, sino que sabía lo que quería, que tenía las ideas claras y unos objetivos nobles bien definidos, hacia los que caminaba con paso decidido, aunque ello conllevara renuncias y sacrificios y fueran caminos a contracorriente de la inmensa mayoría. El joven de carácter, de personalidad, no estaba a la última moda o a la última opinión: estaba a lo que creía que debía hacer, a lo que se había propuesto; no rehuía el esfuerzo, la disciplina, la constancia, la renuncia. Y en ello y para ello se procuraba educarnos.
Hoy ¿para qué se educa? Da la impresión de que no es precisamente fortalecer la voluntad lo que más interesa y se busca en la educación de nuestros jóvenes. Lo de ser jóvenes de carácter, eso de forjarse una personalidad recia no se lleva. Razón: supone renuncias, sacrificios, autodominio, disciplina, negarse muchos caprichos y hasta no caprichos... Y nada de eso está de moda. Para muchos padres el lema parece ser: el amor a los hijos hay que mostrarlo haciéndoles las cosas fáciles, evitándoles todo sacrificio, toda privación, toda dificultad. Que lo tengan todo y que lo tengan fácilmente. "Los pobres chicos ya tendrán tiempo de pasarlo mal," me decía un padre, y se quedaba tan tranquilo.
Ejemplos al canto. Caso número uno: la reacción de tantos padres ante el anuncio de que se va a volver a los exámenes en la Enseñanza, que no se va a pasar de curso tan fácilmente, y que incluso se va a implantar la Reválida. En una tertulia radiofónica, a unos "bondadosos" padres les oí comentar -alarmados ante la noticia- que las autoridades lo que intentan es poner las cosas difíciles a los chicos y complicarles la vida, y que a eso no había derecho. Olvidan esos padres -y otros que piensan parecidamente- que nada se logra en la vida sin esfuerzo y sin renuncia. Ahí está el deportista, ahí el montañero, ahí el investigador, ahí el sabio. ¿Cómo se han hecho? ¡Qué de renuncias, qué de sacrificios, qué de obstáculos superados supone triunfar en cualquier aspecto serio de la vida!
Caso número dos: en la prensa leo que dos adolescentes, hermanos, desde un puente sobre la autovía, se han dedicado a tirar piedras a los automóviles que por allí circulaban. Resultado: los muchachos se "divirtieron la mar", pero un conductor, sobre cuyo vehículo cayó una de las piedras, se debatía entre la vida y la muerte en el hospital. Y el comentario de la madre de los muchachos fue: "sólo ha sido una chiquillada; al fin al cabo son unos críos." Y uno piensa: Sí, hoy son unos críos... ¡irresponsables!, y mañana ¿qué serán? Seguramente la madre -tan comprensiva ella con sus hijos- pensará que, con el simple paso de los años, esos críos consentidos e inconscientes hoy se convertirán mañana en unos jóvenes sensatos y responsables. ¡Ja, ja! Si ella no cambia de actitud frente a sus comportamientos y, con mucho cariño, sí, pero también con mucha firmeza no procura orientar a sus hijos por los caminos del autodominio, del autocontrol, de la reflexión, de la cordura, de la renuncia a muchos caprichos en aras de la convivencia y del respeto a los derechos de los demás e incluso en función de metas más altas para ellos mismos..., me temo que sus hijos tendrán más años, pero seguirán actuando con la misma inmadurez e inconsciencia caprichosa que ahora.
En los empeños educativos no se puede marginar la educación de algo tan del ser humano como es la voluntad. Hay que educar para el goce y el disfrute, claro, pero también para el esfuerzo y la renuncia. Sin ello, no educaremos para el amor, la libertad, el respeto, la solidaridad. Ni para otros valores nobles que realizan verdaderamente al ser humano.
Erasmo escribió: "La principal esperanza de una nación descansa en la adecuada educación de la infancia." Y uno, ante la educación blandengue y permisiva que muchos padres vienen dando a los niños de hoy, se pregunta: ¿Qué futuro le espera a nuestra España?¿Hacia dónde caminan los hijos de esos padres tan comprensivos y tolerantes? Temo que hacia lo que escribe con acierto José Antº Pagola:
"En pocos años, ha ido creciendo de manera alarmante el número de personas de voluntad débil, caprichosas y blandas, incapaces de proponerse metas y objetivos concretos. Hombres y mujeres inconstantes que giran como veletas según el viento del momento, llevados y traídos por lo que, en cada instante, les pide el cuerpo (…) Buscan una vida cómoda y placentera, pero les espera un futuro difícil. En el amor no llegarán muy lejos, pues no saben lo que es renuncia, ni conocen la importancia del sacrificio y la dedicación al bien del otro... Tampoco lograrán nada grande y noble en los demás aspectos de su vida. Nunca desarrollarán sus verdaderas posibilidades. Se instalarán en la mediocridad y arrastrarán, a donde quiera que vayan, su personalidad mal diseñada, fruto del abandono y la dejadez."
Sí, mucho temo que hacia allá caminan muchos niños y adolescentes de hoy con la educación que se les viene dando. Y después sus padres se preguntarán, quejumbrosamente, cómo sus hijos -"¡por los que tantos sacrificios han hecho!", dirán- han llegado ahí. ¡Qué despiste! ¡Pobres padres y lástima de hijos!
Jesús Aniorte
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