Ya tenemos aquí el verano (¡sol y avispas!), el carné por puntos, las vacaciones en el Caribe, Totana a rebosar de coches y los niños en casa. El personal, con lo desanchao que se ha puesto últimamente, ya empieza a no estar para nada ni para nadie. ¡Apañao va uno como se rompa algo en casa o tengas la ocurrencia de querer comprarte un ventilador, pues hasta morito de Tetuán ha agotado las existencias, paisa, y no digamos nada si se trata de un acondicionador de aire, que entre que ya no quedan y lo que tardan en instalarlos, sale más barato y más cómodo bajarse todas las tardes al Puerto, darse un baño en la Isla, quitarse la calor y volverse luego con la fresca, cantando por el camino aquello de !Mirando al mar, soñééééééé!", exquisitez melódica de mi recordado amigo Jorge Sepúlveda.

Pero la gran novedad del momento, la estrella del firmamento veraniego es el carné por puntos, más temido que la "Pestañí" por los gitanos y una espada de Damocles para los descerebrados del volante, que arden en deseos de emular las birguerías que hace el Alonso de la F1, y, además, van enganchados al móvil sacando el codo por la ventanilla y castigando el medio ambiente con el tormento del bacalao, que eso, por lo visto y según esta progenie, es de mucha consideración social. Menudo filón que tiene la benemérita, sin ir más lejos, con la carretera de La Santa a efectos de quitar puntos a mansalva, aunque los guardias se han apuntado a los fines de semana por la noche para lo de soplar y ver los moles que llevas en el cuerpo.

En la primera jornada de los puntos se han cargado hasta más de 18.000 en todo el país. A este ritmo, España se queda sin puntos en un suspiro y nos mandan a todos a casa, como en el Mundial de Alemania, lo que conllevaría que buena parte de la población española no pueda salir a la calle con su coche, que ahora nos vamos a enterar de lo que vale un punto.

Esta coyuntura se presenta inmejorable para volver a la bicicleta, como un servidor recomendaba pocas semanas atrás en esta misma sección, que, aparte de sus innegables beneficios sociales, economía de consumo y de mantenimiento, queda fuera de esta penalización que a buen seguro va a suavizar las ansias de volante que tiene la clase conductora. Es el momento de volver la vista a la bici, que se vislumbra en el horizonte como la solución redentora a nuestros males de la cultura del coche. Al tiempo.

En vez de tanta inmobiliaria y tanto ladrillo, que aquí hasta el menos ilustrado se hace constructor, ¿por qué no abrir un gran supermercado de bicis, que eso no necesita recalificaciones ni convenios urbanísticos, ni ladrillos, y puedes salir dándole a los pedales y rebajando las mantecas, sin que el material se pase de fecha, como los yogures? Nos evitaríamos muchos problemas y, de paso, nos sacudiríamos la pesadilla de los puntos y cuidaríamos la línea. Y a lo mejor hasta nos harían un carril bici en Totana, pero sin redondas, no vaya a ser que la cosa se tuerza.

¡Dichosos los tiempos del "seiscientos", que con la familia y la cesta de la comida a cuestas alegraba nuestras calles con su mensaje de bienestar, traqueando ya en las puertas de la sociedad de consumo en aquellos momentos en que estábamos dejando de ser pobres pero, eso sí, siempre honrados, sin que la velocidad nos comiera el coco, con la bucólica estampa de lavar el coche toda la familia, tomándolo en vídeo y venga a darle al zoom, que luego proyectábamos para propios y vecinos y todos disfrutábamos que no vea usted en aquellas noches botijeras y estrelladas de blanco satén!

Metidos en puntos para rebajar las incidencias en el tráfico nacional, tendría que existir un sistema de puntos para los municipios con el fin de ordenar algunos comportamientos cívicos: por ejemplo: por llevar escape libre en las motos, puntos y pregón por calles y plazas; por hablar gritando (que es norma muy generalizada), puntos que te crió y amenaza de pregón en el "mercao"; por poner tiras verdes en las vallas de los huertos, puntos y reportaje en una tele local, que se repetirá cada noche durante quince días; por dejar los cascos de botellas junto a los contenedores de vidrio (aviso a navegantes ecuatorianos, que o no se enteran o es que no les da la ecuatoriana gana de meterlas una a una por el agujerito, pues el asunto va tomando visos de problema nacional), puntos, reportaje en todas las televisiones locales y nota diplomática.

Con esto de los puntos se podrían hacer verdaderas monerías aplicadas a nuestra vida diaria. Pero de momento dejemos que vaya haciendo estragos entre los tuercebotas del volante.

Ginés Rosa