¡Pobre Totana, cómo te están dejando!
Acabo de darme una vuelta por las calles de mi pueblo, con un sol de justicia y mucho polvo en suspensión proveniente del gran número de obras, muchas con grúas en alto y otras ya con los andamios por las fachadas. Mirado desde una perspectiva armónica y estilística, la verdad sea dicha, el panorama, en líneas generales, no puede ser más desastroso. Y siento decirlo porque se trata de mi pueblo y no tengo que hacer aquí ninguna demostración de amor a la tierra que me vio nacer, que ya son muchos los años y muchas las ocasiones en que lo he venido haciendo de todas las maneras.
Los totaneros nos hemos empeñado en hacer de Totana un galimatías de construcciones de todo tipo, sin estilo definido, haciendo cada cual lo que mejor le parece con los elementos decorativos de las fachadas, que, en otro tiempo, con una sencilla teoría de ventanas, balcones y cámaras formaron un estilo muy característico donde la forja, los colores y las molduras proporcionaron a nuestras casas una elegancia muy lejos de lo que la construcción moderna está dispuesta a hacer en los tiempos que corren.
Es una pena comprobar cómo quien tiene el control y la responsabilidad de todo este asunto (el Excelentísimo Ayuntamiento, como les gusta decir en los papeles a los del equipo de gobierno, indebidamente por otro lado) permite que se cocine este guiso sin marcar un estilo definido que, en el andar del tiempo, vaya dando una personalidad a nuestro pueblo. Pero es demasiado pedir a nuestros responsables urbanísticos. En eso los andaluces se llevan la palma y nos dan sopas con honda sobre estas cuestiones de armonía, orden y estética ambiental. En una misma calle se pueden ver, partiendo del cúmulo de desastres ya heredados de los años 70 -como los horrorosos balcones corridos que acabaron con los tradicionales-, ventanas en pico, columnas y pórticos de estilo griego, portones de tipo inglés, zaguanes sin paternidad reconocida, sin respetar alineaciones, colores, elementos decorativos…
El asunto adquiere más gravedad cuando la autoridad municipal se convierte en agente activo colaborando, no sólo haciendo la vista gorda sino alertando a su autoridad policial, en el derribo de la fachada de la “casa de los Carlos”, un caso fragante de falta de vergüenza política, que predispone a pensar en las cosas que se pueden hacer con la colaboración del poder.
No nos extraña que entre unos y otros, los de antes y los de ahora, se hayan cargado literalmente importantes aspectos ambientales del centro histórico de Totana, donde conviven algunos de los mayores desastres llevados a cabo en mi pueblo: el centro de mayores, la misma plaza de la Balsa Vieja –ambos un dechado de mal gusto y de miopía urbanística, desaprovechando y malgastando el espacio de un entorno heredado de mediados del siglo XVIII- y un centro cada vez más desolado, triste y solo, como Fonseca, donde la Fundación La Santa nos colocó a Santa Eulalia en medio de una creciente soledad, sin consultarnos a los totaneros.
Dirigiendo nuestros pasos hacia la Rambla, lugar donde se va respetando el principio de alturas, aunque los valores estéticos aplicados dejan mucho que desear, ya empiezan a aparecer “cosas raras”, por no excederme en el adjetivo, como una terraza de aire romano, junto al “quesito”, donde sólo faltan que se asomen los patricios y las calfurnias, que me dejó traspasado de dolor ante solución arquitectónica tan inaudita y fuera de traste.
Por los disparates tan de bulto que hemos apuntado, más otros muchos que circulan por los cuatro puntos cardinales de Totana, los guardianes y celadores del constructivismo local, con despachos en el Ayuntamiento, y algunos audaces arquitectos instalados en la medianía, ya podían reciclarse y asistir a cursos de estética y sobre todo a enseñarse a buscar las elementos más adecuadas para conseguir una línea armónica para nuestras calles, plazas y edificios.
Pero el asunto no acaba aquí. Subamos a los huertos y veamos lo que está pasando. Junto al delirio de las telas verdes, como si fuese una plaga de procesionaria, asunto incalificable con el que las autoridades también conviven como si tal cosa, las tipologías constructivas son de lo más pintoresco y están en continua lucha por apartarse lo más posible de la línea clásica de las construcciones de nuestros huertos, que tanta fama y belleza proporcionaron a la zona, y que hoy muchos se empeñan en desvirtuar porque les da la santísima gana de hacerlo con su dinero, haciendo más propio que nunca aquello de “el gusto es mío”.
¡Que corra la viruta con la construcción! ¡A modernizar Totana se ha dicho a costa de que cada cual haga lo que le plazca con sus casas y sus fachadas! ¡Pobre Totana, cómo te están dejando!
Ginés Rosa
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