¡Que viene septiembre!
Bueno, pues ya está todo el mundo en su sitio y todas las cosas, bueno, casi todas las cosas, encajadas de nuevo, todo dispuesto para que cada monte aguante sus zorras, o como se escucha por la huerta de Murcia (perdón por lo de huerta), cada ese con su esa. El impopular septiembre se ha metido de nuevo en nuestras vidas, en nuestros deseos y en nuestros problemas.
Septiembre siempre nos sorprende -es un decir- con tantas cosas que apenas si nos da tiempo a reaccionar de la sensación de aturdimiento que nos invade y a detenernos en un análisis pormenorizado de los varapalos que la ciudadanía se dispone a recibir en cuestión de días. Y por todos lados, además. No nos escapamos, septiembre hay para todos y de todo, como en botica.
Lo tradicional siempre ha sido el palo presupuestario de la vuelta al colegio y la subida de artículos de primera necesidad, que los habrá, pero en estos tiempos todo el mundo habla de economía, que eso queda muy bien y está bien visto. Hoy nos desayunamos con el Fondo Monetario Internacional, el Banco Europeo de Negocios, la hipoteca que no cesa, las opas que no paran (ahora, en los grandes negocios, las cosas van viento en opa a toda vela), los índices de marras –el Dow Jones, que parece un cantante de los ’60 y el Nikkei, que algunos confunden con el ratón-, el fantasma del Euribor, cuyo significado literal desvelaremos aquí en rabiosa exclusiva (Europe Interbank Offered Rate, dicho en cristiano: tipo europeo de oferta interbancaria), cuando no hace tantos años lo que de verdad nos interesaba era la cartilla de ahorros de la Caja fulana, mengana, zutana o perengana y los regalos de cacerolas y cubertería fina, que eso sí era incentivar al personal, oiga, cuando las señoras se sacaban la libreta del seno en una bolsa de plástico con un escapulario de la Virgen del Carmen, para que no se extraviara, y se tiraban de cháchara con el cajero un buen rato repasando los movimientos directos, indirectos y circunstanciales, sin prisas y disfrutando de aquella economía de mete y saca, que todo el mundo entendía y manejaba sin tanto vocabulario especializado.
Con septiembre los ladrillos recobran el frenesí, el protagonismo y el pegote tras las vacaciones; los estacionamientos privados quieren seguir estafando con el cobro de las fracciones; vuelven los periódicos gratuitos a las calles de Murcia, que esto parece Londres con tanta gente leyendo (mucha gente sólo ve los “santos”), y cuidado porque ahora les han puesto una especie de ordenanza porque este asunto es un auténtico jubileo y es que en cuanto te descuidas te empapelan como si fuera uno un recibidor; la gente ya se va retirando de la playa y los políticos de Murcia echándole la culpa a Zapatero de las colas y tapones del Puerto de la Cadena, mientras aquí se sigue hablando de desarrollo sostenible, con La Cerrichera por delante, como si la gente fuese del género imbécil; o se celebra la reunión de presidentes Valcárcel-Camps en Murcia, qué hermosa eres, como si se tratara del partido de vuelta de una eliminatoria deportiva, a ver quien raja más del gobierno central, y se dedican a despellejar las plantas desalinizadoras, sobre todo la de Torrrevieja, que allí cuanta más sal mejor, mientras de cara a la galería siguen poniéndole velas a la virgen de la Fuensanta y a la Mare de Déu dels Desamparats, porque a la del Pilar ni asomarse por la basílica, para llevar los ladrillos y lo que haga falta para el trasvase del Ebro. Pues que se lo digan a Rajoy, don Mariano, a ver si puede hacer algo, ahora que ya ha empezado la campaña electoral, que esa es otra de este septiembre.
En cuanto a mi pueblo, como ya desapareció aquella feria de septiembre, la popular “feria de los burros”, porque eso de decir “de ganados” resultaba demasiado fino, el alcalde de Totana, a falta de recinto ferial, ya se encargó de presentar su petición de un Palacio de Congresos y Auditórium al presidente de la Región de Murcia, como si el señor Valcárcel, don Ramón Luis, tuviera un “todo a 100” en san Esteban a disposición de sus alcaldes para que vayan pidiendo y sirviéndose a pajera abierta. Y es que ahora todo se quiere hacer muy sostenible, por el qué dirán, como las urbanizaciones que se nos anuncian, aunque sea sobre yacimientos arqueológicos, caso de Las Cabezuelas de Totana, de la época del bronce tardío, aunque nunca es tarde para embaldosar un yacimiento, porque así se evita que se lleven los pedruscos.
Sólo hemos pretendido, sin ánimos apocalípticos ni armagedónicos, ofrecer una pequeña muestra del entorno en que se va a mover este mes que se encarga de hacernos volver a la realidad cotidiana, y nosotros a su alrededor, viéndolas venir. Así que todos a la derecha (dicho sea con todos mis respetos) y dejen paso, ¡que viene septiembre!
Ginés Rosa
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