Plaza "la Constitución"
En Totana, para los totaneros, la Plaza, sin más nombre de pila, siempre fue el centro de la villa. Con eso de tener siete nombres a lo largo de la historia, el personal ya estaba acostumbrado a los cambios, dependiendo del palo político que pintaba, así que acabó por llamarla plaza a secas La prueba la tenemos con el nombre actual, que vino a suceder a dos o tres en el mismo envite: a la Plaza de los Mártires -los del bando nacional claro- y al de Plaza del Generalísimo o del Caudillo, como se llamaban casi todas las grandes plazas y avenidas de este país, porque, no lo olvidemos, la cosa venía directamente del cielo y sin intermediarios, por la gracia de Dios, funcionando todo bajo el "sí, bwana".
Lo de Plaza de la Constitución se remonta a 1812, cuando las Cortes de Cádiz proclamaron la Pepa, por tener lugar el día de san José, y que el calzonazos de Fernando VII, uno de los monarcas de más triste recuerdo en este país, se encargaría de borrar de un plumazo al regresar del exilio y restablecer el absolutismo. Luego, en el siglo XX, antes de llamarse Plaza de la República, ya en 1931, se la conocía con aquel esperanzador nombre de una prometedora pero frustrada España liberal.
Y aquí estamos, con esta Plaza "la Constitución, tución" que nos recuerda una de las más célebres comparsas de nuestros carnavales, fruto de las últimas y lamentables remodelaciones llevadas a cabo con la urbanización -nunca mejor dicho, pues sólo faltó hacer unos duplex- de la plaza de la Balsa Vieja, adefesio en que culminó más de un siglo de esperanzas vanas e históricas reivindicaciones de un pueblo que quería tener un centro urbano decente.
La gran plaza de Totana -el centro histórico y biológico por antonomasia- se ha convertido hoy en un lugar desangelado, vacío y falto de vitalidad, pese a sus magníficos elementos arquitectónicos y escultóricos, sensiblemente agredidos por el lado de unión -más bien, de desunión- con la nueva plaza. Habría que proponer que para llegar a ser alcalde -y si me apuran, hasta concejal- sería obligatorio demostrar algún tipo de conocimiento o refinamiento urbanístico, y pasar el consiguiente examen, lo que necesariamente habría que hacer extensible a los técnicos municipales en la materia, que son los que al final llenan los espacios de cemento y de horrorosas farolas de globo.
A nuestra plaza sólo le faltaba la gran sábana del "agua para todos" -que ya está bien de tender ropa en el balcón del Ayuntamiento-, que podrían haber alternado -por ejemplo, las semanas impares- con "La Región de Murcia no se vende", igualmente de interés general, digo yo. ¿Qué quieren que les diga? Ni santa Eulalia en su pedestal ha podido devolver al lugar algo del mucho atractivo perdido y desperdiciado. Ya me pronuncié en una ocasión sobre este monumento: una columna, una lápida conmemorativa, habría quedado, a mi juicio, mucho mejor. La imagen de santa Eulalia siempre la llevamos los totaneros asociada a La Santa, así que aquí estaba de más. Nos lo podrían haber preguntado, pero, por lo visto, en Totana sólo se pregunta a los vecinos por el posible cambio de nombre de las calles de los generales.
La verdad es que en Totana sucede cada cosa... Sin ir más lejos, y dejando a un lado el desaguisado de los elementos que componen la plaza de la Balsa Vieja: el derribo de la casa de "los Carlos" -que entre todos la tiraron y ella sola se cayó-, la limpieza a medias de la torre, nuestro primer símbolo; las tragaderas de la Fundación La Santa por tolerar el nombre del monasterio fantasma del hotel -vergüenza sobre ruedas pues se va anunciando hasta en la furgoneta del establecimiento-; el cierre de los huertos de la carretera de La Santa -y más- con las tiras verdes, un atentado al buen gusto y la antítesis del turismo paisajístico, del que tanto alardeamos en consorcios, mancomunidades y folletos... Ahora ya se anuncian obras en la Glorieta y en el entorno del Convento. Ante semejante anuncio y vistas las experiencias sólo nos queda encomendarnos a santa Eulalia bendita, al Cristo del Consuelo, a san Buenaventura y que Dios nos pille confesados. Mientras tanto, para seguir sonriendo y cruzando la Plaza de nuestros mayores, entonemos aquello de
Y de allí salimos
p'a las oraciones,
unos, casa el Guardia,
otros, c'al Chamones.
Ginés Rosa
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