El 14 de abril de 2007 se cumplen 750 años desde que Alfonso X el Sabio, movido por intereses nobiliarios (que no inmobiliarios, no confundamos) ordenaba intercambiar las villas de Elda, Callosa y Catral, que había donado a la Orden Militar de Santiago en 1255, por las de Aledo y Totana, tomadas a los moros en la conquista del Reino de Murcia, poblaciones que se mantendrían como un solo municipio hasta su separación definitiva en 1795.

Siete siglos y medio después de aquel 1257, Totana, por su pelleja, se dispone a celebrar, entre los días 11 al 18 de abril una semana de actos conmemorativos, quedando en blanco el tan señalado día 14, que, por ser sábado, pues, ¡hale! ¡hop!, nos lo saltamos y aquí no ha pasado nada. Las cosas de este pueblo, que no hay por donde cogerlas. Ese día, por proponer algo y para que no resultara falluto, podrían haberse leído unas cantigas alfonsinas en la Plaza en memoria del monarca sabio, con un poco de festejo oficial, que la ocasión lo merecía, pero que si quieres. ¡Señor, Señor!...

Así, pues, atentos a esta semana: habrá presentación de libros de carácter histórico, la exposición “Totana en su historia”, un ciclo de conferencias, colocación de una réplica del mojón de término de la Orden de Santiago en el límite con el Obispado de Cartagena, y una placa “identificativa” (y tan identificativa, puesto que allí no queda ni un aljezón de recuerdo) para situar el lugar donde estuvo la Encomienda (Casa Tercia), edificada en 1664 y restaurada en 1727, cuando un consistorio municipal, allá por los `70, permitió el derribo de todo aquel bello entorno. Ante semejante atentado, producto de una fiebre que arremetió contra el pasado, sufriendo lo antiguo la más implacable persecución por parte de constructores con el beneplácito de nuestro Ayuntamiento, que veía de este modo “modernizarse” el pueblo, mostramos nuestro estupor, rechazo y desconfianza hacia determinados ejercicios de poder de los Ayuntamientos, hoy tan manifiestos.

Que Dios los haya perdonado por este atentado al patrimonio monumental de Totana, aunque la Historia tendrá un criterio más implacable. En cuanto a la placa, si de mí dependiera, añadiría, para dejarnos de tanto versallismo oficial, un breve texto citando su demolición. Así de sencillo. Al menos sabemos quién derribó todo aquello, no como la “casa de los Carlos”, el secreto mejor guardado de esta última parte de la legislatura, que nos ha dejado en la inopia.

Con fechas 14-4-2005 y 18-1-2007, en sendos artículos en El Patio (“Hace 748 años” y “Algo más que una fecha”, respectivamente) un servidor trataba este asunto de los siete siglos y medio del fichaje de Totana por aquella gran empresa que fue la Orden Militar de Santiago, que ha marcado todo este tiempo histórico bajo el símbolo de su bermeja y elegante cruz (el “lagarto de Santiago”) que se señorea por Totana en sus monumentos, escudo y bandera.

En estos tiempos donde los valores se ven subvertidos, resulta gratificante que los pueblos, como lo hace Totana ahora, intenten recobrar su memoria histórica mediante actividades que transmitan la importancia de los hechos que se conmemoran y sirva de medicina y terapia para preservar los testimonios materiales que nos quedan tras lamentables actuaciones de consistorios nada respetuosos hacia las huellas del pasado, que es de todos.

En esta efemérides no hemos de olvidar a la villa de Aledo (loco fragoso et quasi inhabitabili), que fue la madre nutriente de aquella Encomienda nacida al amparo de su famosa fortaleza y brillantes hechos de armas, y a la que se unió Totana –su arrabal- hasta que la toma de Granada alteró la significación geográfica de ambas villas, dando paso a la nueva ciudad de Totana.

El Patio se une a esta celebración y sólo pide, una vez más, que nuestro Ayuntamiento –el entrante tras las elecciones, supongo, ya que el actual hizo gárgaras con mis propuestas reflejadas en dichos artículos- conceda el nombre de 14 de abril de 1257 a una plaza del pueblo, y digo del pueblo no vaya a ser que el nombre se lo endilguen en el futuro a calle o plaza de ese proyectado nuevo pueblo por nuestros campos sureños (campo para todos) a cargo del grupo ladrillero de los gallegos, que pende como la espada de Damocles –o el péndulo de Foucault- sobre nuestro municipio, y más. Pero una plaza con cierta entidad, no pase como lo sucedido con la Madre Teresa de Calcuta, la pobre, a la que nuestro Ayuntamiento –desconozco la fecha de la ocurrencia y la legislatura- dedicó una calle donde sólo hay paradores. ¡Ayyyyy, Totana!

Ginés Rosa