El roscón de Reyes, uno de los presuntos nuevos símbolos de la navidad totanera, que hace unos años sólo era consumido por algunos aficionados a la fruta escarchada, ha pasado en poco tiempo de la indiferencia general a un primer plano mediático y repostero al convertirse en el plato fuerte del comedor de campaña de la plaza de la Balsa Vieja, cortejando y haciéndole carantoñas al mismísimo libro Guinness de los records, ese invento americano que recoge la mayor concentración de frivolidades, simplezas y necedades bajo el signo más, en pos de efímeras glorias que son ofrendadas desde el poder al fervor popular, la estulticia colectiva, todo ello estimulando un concepto muy peregrino del esfuerzo y el triunfo.

En 2004 nuestras autoridades -leo que hasta tres concejalías al alimón-, en una nueva versión del pan y circo romano y del pan y toros nacional, en colaboración con nuestros pasteleros-confiteros, decidieron que había llegado la hora del roscón y el chocolate totaneros y que llenarían el antiguo recinto hidráulico de la Balsa Vieja con un roscón que, para empezar, era necesario alterar su geometría perdiendo su redondez y convirtiéndose en una laberíntica longaniza.

El roscón nacía con 90 metros de largo y al año siguiente ya había crecido hasta los 137, con cerca de 6.000 raciones, suficiente para endulzar a casi un cuarto de la población de Totana (¡toma roscón!), con un peso en canal de 1.300 kilos, en presencia de un notario para acceder como Dios manda al universal reconocimiento del libro Guinness de los records, porque eso era poco menos que subir a los altares para ser adorados y bendecidos por los amigos de la cultureta.

Pero, miren ustedes por donde, aparecen unos bilbaínos y se marcan en 2006 un roscón de dos toneladas en la Plaza Nueva de Bilbao (¡estos vascos!), o sea, con 700 kilos más que el nuestro, también con ansias y sueños de record Guinness (¡envidia cochina!), aunque este roscón en euskera es de pago y a voluntad, ¡ojo al dato!, puesto que la ciudadanía chicarrona del norte se retrata a gusto en apoyo de una obra social que se encarga de traer niños del Tercer Mundo al País Vasco, quitándole así al roscón connotaciones políticas, lo que le da un sabor especial, no digo mejor que el de nuestros magníficos pasteleros, esto es, el de la Asociación de Pasteleros de Totana, con la particularidad de que los vascos le echaron 4.000 huevos al asunto, (o sea, 2.000 pares, vamos) y los totaneros, según leemos, sólo 10 kilos.

El roscón de Reyes es un pan festivo que se come en España y en otros países de cultura hispánica. Se toma el día 6 de enero (en Totana, como el personal no se aguanta, lo toma el día 28 de diciembre) y no tiene la más mínima relación con la llegada de los Reyes Magos a Belén. Como tantas cosas de nuestro acervo, este dulce se relaciona con antiguas festividades del mundo antiguo, en este caso para celebrar los días más largos tras el solsticio de invierno.

En el siglo III se introducía en el dulce un haba seca y el afortunado que le tocaba era nombrado rey de reyes durante un corto periodo. En algunos lugares, seguramente para fastidiar, al que encontraba el haba se le hacía pagar el roscón. El rey español Felipe V importó de Francia esta tradición del roscón que en el país vecino se conocía como Gateau du Roi (Pastel del Rey) para culminar las fiestas navideñas.

Escuchamos que incluso viene personal de fuera a catar el roscón totanero (se podría proponer que lo incluyeran en las excursiones del Inserso). Me imagino los metros que se van a necesitar cuando Totana y los totaneros, por obra, que no por gracia, de tantas urbanizaciones y aumento por cuatro o por más de la población, que nos están preparando nuestros gobernantes con tanto cariño, claridad e información puntual, visión de futuro y un evidente sentido de la planificación territorial (¡que Dios nos coja confesados!), pasaremos a ser minoría pero, eso sí, minoría guapa, en medio de miles de vecinos del chau-chau en este retiro geriátrico y desnaturalizado en que quieren convertir nuestro pueblo, y suban a esta Totana City del ladrillo reventón a comerse el roscón haciendo cola, seguramente desde el puente del río, si es que no empieza más abajo, esto es, en el Paretón. Entonces sí que estaremos en el Guinness de los Records, porque la cola será más kilométrica que el propio roscón. ¡Qué felicidad!

Ginés Rosa