Política y gastronomía
Decía Cervantes que los negocios de la cabeza se fraguan en la oficina del estómago, y buenas razones que tenía el gran jefe de las letras españolas. Otras verdades parejas a la reflexión de don Miguel las encontramos en nuestro lenguaje coloquial (dame pan y dime tonto) y en el agudo refranero español. En nuestra cultura la manduca siempre fue una cosa muy seria, tanto que el pan formó parte indisoluble de la historia de España a lo largo de siglos de hambre manifiesta, por eso decimos que con las cosas de comer no se juega. Compruébelo, si no, leyendo a nuestros clásicos del Siglo de Oro.
De un tiempo a esta parte, en Totana viene siendo costumbre que nuestros políticos, alcalde y concejales –los más aguerridos- del partido gobernante, porque a la oposición ni les dan cuchillo ni delantal en estas suertes tan rentables políticamente hablando, distribuyan alimentos (sin carné de manipulador, por cierto) y retratándose con el pueblo soberano, expectante en disciplinadas colas a la espera de la distribución de fotogénicos platos populares en el céntrico escenario de la plaza de la Balsa Vieja, que, de no ser porque el nombre le viene de una obra hidráulica de mitad del siglo XVIII, habría que rebautizarla con el nombre de Plaza de la Gastronomía.
Desde las paellas gigantes al kilométrico roscón de Navidad o más propiamente de Inocentes, por el día de la ingesta –no sé porqué se le llama de Reyes, a saber-, el chocolate con churros, las esporádicas migas, puesto que no siempre aparecen brazos para menear aquello, pasando por la reciente tortilla de patatas de 350 kilos para 1.500 personas (y el resto de ciudadanos, igualmente votantes, ¿qué?) dentro del programa de la tele “Comer a lo bestia”. ¡Ah!, tortilla de patatas, una especialidad que se estrena en nuestro municipio pero que se puede incorporar al elenco gastronómico de la Balsa Vieja, ya que en este pueblo, como se sabe, huevos no nos han de faltar.
Los tiempos han evolucionado poco en esta relación política-gastronomía, aunque sí han cambiado en cuanto a los alimentos. ¿Quién no recuerda los bocadillos de chorizo que los partidos endilgaban a los que iban a los mítines? Ahora se han refinado y dan hasta canapés. En época electoral el chorizo se puso por las nubes y no vean la de sacos de chuscos de pan que se movilizaban en nuestro ibérico solar. Hoy los bocatas han evolucionado hacia las paellas gigantes, las chocolatadas, que siempre acaban en desastre ecológico, los roscones que sirven de postre a muchos hasta pasada la romería de Santa Eulalia, pues tan largo y generoso es, que hay para llevarse a casa.
Y ahora vienen y nos largan la tortilla y encima salimos por la tele promotora del evento, comiendo a lo bestia. Pero, en su descargo, nos dicen que los huevos los pone una empresa, como tiene que ser, ¡estaría bueno que hubiese tenido que ir el equipo de gobierno a comprarlos, más 2.000 kilos de patatas!, y que las paelleras no son del menaje del Consistorio totanero, pero, eso sí, el Ayuntamiento pone el local (para que se degrade un poco más y huela cada vez a más raro) y “su demostrada experiencia en esta clase de actos” -en palabras de un portavoz municipal-, porque, oiga, estas concentraciones son actos y no comilonas, a ver si nos enteramos. Pues a ver si se deciden y hacen algún acto de esos con menú para diabéticos, oiga.
No cuestiono los beneficios que la televisión puede reportarle al pueblo de Totana en imagen y sonido con estas retransmisiones domingueras, así que, como dice el alcalde de mi pueblo, hay que incluir a Totana en el tercer carril de la autovía, en previsión de la que se nos avecina, aunque se va a descongestionar mucho cuando tengamos el carril-bici del Guadalentín.
Además tenemos la oportunidad histórica de que desde cualquier instancia nos soliciten la plaza de la Balsa Vieja para hacer actos de esta estirpe, cobrando lo que haya que cobrar, como si fuera uno de esos comedores de celebraciones para bodas, comuniones y bautizos. Esto nos reportaría una sobrealimentación para el pueblo de Totana e ingresos extra-presupuestarios para el Ayuntamiento, ahora que se vislumbra algo de crisis en el ladrillo, podríamos cantar habaneras y aquello de ¡Anda, morena, que eres totanera, vamos a bailar!..., tomaría mucho más brío la pancarta del agua para todos, incluyendo su versión en catalán con el escudo del Barça, y alguna alusión a que el Ebro guarda silencio al pasar por el Pilar, esa canción, Sierra de luna, que tanto nos gusta cantar a los totaneros.
Política y gastronomía siempre se llevaron bien pero ahora, en Totana, se encuentran en plena luna de miel, donde no se para de untar el pan con tan nutritivo alimento.
Ginés Rosa
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