Ciudad de Totana
El 30 de julio de 1918 fue una fecha importante en la historia de Totana. Alfonso XIII, en su residencia de La Magdalena, en Santander, firmaba el siguiente Real Decreto que publicaba "La Gazeta de Madrid" el día 3 de agosto del mismo año: "Queriendo dar una prueba de mi Real aprecio a la villa de Totana, provincia de Murcia, por el creciente desarrollo de su agricultura, industria y comercio y su constante adhesión a la Monarquía, vengo en concederle el título de Ciudad. Dado en Santander, a treinta de julio de mil novecientos diez y ocho. El Ministro de la Gobernación, Manuel García Prieto".
Con este título se cerraba a cal y canto una historia de siglos en los que el título de villa hubo de ser compartido con Aledo ("una sola villa y un solo Concejo") en una pugna que sobre el papel, que no en la realidad, nos llevó hasta finales del siglo XVIII, una vez que Totana se desligó oficialmente de la vecina población. En el sentido literal de las palabras, los totaneros pasábamos de villanos a ciudadanos.
El Real Decreto fue todo un acontecimiento. A los títulos de "fidelísima, muy noble y muy leal", ganados a costa de los esfuerzos de la población en momentos decisivos, se añadía un galardón que situaba a Totana en el punto más alto de su consideración como municipio. El padre Melchor de Benisa, uno de los pilares de nuestra nómina de hijos adoptivos, lo expresaba así: "Si es lícito comparar la vida de los pueblos con la de los individuos, podríamos decir que el título de Ciudad concedido a una población, en el orden jerárquico equivalía a la conquista de un timbre de nobleza: así como en el orden del tiempo, se la podría considerar como la adquisición de la mayoría de edad". El padre Melchor de Benisa está considerado como uno de los personajes más ilustres que han pasado por nuestro pueblo. Definidor General de la Orden Capuchina en Roma, ex director del colegio de "San Buenaventura”, de Totana, y excelente orador por quien este pueblo sentía un gran cariño, la figura de este religioso ha quedado ligada a la época más brillante de nuestra comunidad capuchina.
En esta iniciativa de elevar a nuestro municipio a la categoría de ciudad hay que reconocer el decisivo papel que jugó un notable personaje oriundo de Totana: Angel Aznar y Butigieg, presidente del Consejo Supremo de Guerra y Marina del Gobierno de Su Majestad Alfonso XIII, más conocido entre los totaneros como "el general Aznar". Un escrito de don Angel, con motivo de esta distinción, nos revela sus magníficos oficios ante el monarca y la clave que al final activó la concesión del título de ciudad: "Grande es la satisfacción que mi alma siente cuando la fortuna o mi buena estrella me depara ocasión de hacer algo grato por esta ciudad, cuna que fue de mi amado e inolvidable padre y patria adoptiva mía. No puedo olvidar un momento, no olvido ni olvidaré mientras viva el saludable ejemplo que de todos los actos de su vida dio a sus hijos aquel veterano y prestigioso soldado, de hacer todo el bien que pudo al pueblo en que nació. Este ejemplo ha sido y será siempre, la antorcha luminosa que guiará mis pasos en esta para mí tan querida ciudad de Totana".
¿Cómo era Totana en aquel 1918, momento crucial y dramático en la historia de Europa? Alfonso XIII, en el lacónico pero expresivo texto real habla de "creciente desarrollo de la agricultura, industria y comercio". Un vistazo a los documentos de la época (hemerotecas, actas capitulares y otros documentos del Ayuntamiento de Totana) nos proporciona una buena perspectiva de la realidad de Totana en el momento de ser declarada ciudad.
Ochenta años antes de redactar estas crónicas, Totana contaba con 11.148 habitantes, según el censo de 1889. Era alcalde Salvador Navarro Aledo y párroco de Santiago el Mayor, don Francisco de Paula Núñez Cano.
Totana mantenía un comercio exterior principalmente a base de cereales, naranjas, uva y productos elaborados con barro. Munuera, en su introducción a los "Apuntes para la historia de Totana y Aledo", afirma que "la principal industria (de Totana) es la agricultura..., y cada día adquiere mayor desarrollo, gracias a la fertilidad del suelo y laboriosidad de sus habitantes". Munuera utiliza el término industria en un sentido genérico de actividad, en una clara herencia del uso que de este término hicieron los ilustrados.
Pero la ciudad de Totana hacia 1918 contaba con cierta actividad industrial. La fábrica "La Totanera", fundada en 1912 y dedicada a la elaboración de conservas vegetales y frutas, disponía de unas modélicas instalaciones, con unos 400 trabajadores que llegaban a producir 50.000 kilos diarios, la mayoría destinada a la exportación.
Otro de los ejemplos del nivel de industrialización de Totana era la gran aserradora "La Industrial Niño Jesús", inaugurada en 1917, situada frente a la anterior, en la carretera de acceso a la estación de ferrocarril. Esta fábrica ocupaba a unos 50 obreros y alcanzaba una capacidad de producción de 500 cajas diarias para naranjas.
Cerraba este panorama uno de nuestros clásicos: la imprenta de Fernando Navarro, que completaba su actividad con un taller de carpintería, ebanistería y funeraria.
Una de las instituciones que destacó con personalidad propia en esta época fue el colegio de "San Buenaventura", inaugurado en 1900, gracias a una iniciativa de varios totaneros y al que quedaría ligada, juntamente con el convento, la figura del padre Melchor de Benisa. La importancia de este colegio y la influencia que ejerció su gran actividad en Totana merecen unas páginas aparte, aunque se alejen unas décadas de nuestro propósito.
El colegio de "San Buenaventura" contribuyó de forma notable a la petición del título de ciudad. Este centro llegó a ser en su época uno de los más destacados a nivel de toda España. Contaba con una magnífica biblioteca, museo de Historia Natural, observatorio con catalejo ecuatorial, telegrafía sin hilos, gabinete de física e imprenta que editaba cinco publicaciones mensuales de la orden capuchina.
Otras actividades que se sumaron a la petición honorífica estuvieron refrendadas por el farmacéutico totanero Manuel Serrano, cuya "industria científico-farmacéutica" estaba representada por el "purgante Serrano" y el "laxante vegetal", dos productos muy reconocidos en la época dentro y fuera de Totana. El sector bancario -el Banco de Cartagena- se sumó también a la iniciativa.
Pero, al margen de conseguir el título de ciudad, la noticia de 1918 en Totana, y puede decirse que en toda España, fue la gran epidemia de "grippe" (con dos pes, remarcando así su procedencia extranjera para evitar hispánicas filiaciones) que mantuvo en vilo al país. Hasta tal punto que la feria y fiestas de ganados de aquel año, del 15 al 18 de septiembre, novillada incluida, hubo de ser suspendida por la Junta de Sanidad, para evitar contactos entre gentes de diversas poblaciones, tal era el peligro de contagio.
En los felices 20 llegó a Totana la noticia que conmovió a toda la población, despojándose de la etiqueta de "villa", que había llevado, mal que bien, de la mano de la vecina Aledo hasta finales del siglo XVIII. Por esa misma concesión real, los "villanos" pasaban a la categoría de "ciudadanos", de ahí el enorme contento general. Ante Totana se abría una etapa en la que se le imponía el reto de su mejora en todo sentido como población. La euforia mostrada abiertamente desde todos los estamentos, llevada al terreno literario a través del número extraordinario del periódico "El Campo" (septiembre 1918), del que hemos extraído algunos datos para este capítulo, no sería suficiente para empujar hacia el cambio a una sociedad absolutamente agraria que, casi un siglo después y salvando las distancias y los muchos avances logrados, mantiene buena parte de sus estructuras socio-económicas.
Totana entrañable. Ginés Rosa.
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