La idea de que pueda existir vida inteligente fuera de nuestro planeta es una cuestión que apasiona a la humanidad. Son innumerables los artículos, las novelas y las películas de ciencia ficción en los que se expone un posible encuentro entre seres humanos y seres venidos de otros mundos.
Yo, personalmente, creo que en un universo tan grande y con un numero infinito de galaxias, estrellas y planetas, la posibilidad de que haya vida en otras partes es bastante alta. Sin embargo, el problema se plantea en poder viajar de un extremo a otro de este vasto espacio en un periodo de tiempo razonable para los ocupantes de las naves espaciales.
Quizá los individuos de esos mundos son los suficientemente inteligentes y han podido crear la tecnología adecuada para poder recorrer distancias galácticas en un corto espacio de tiempo.
Y es en este punto donde, desde mi modesta opinión, se plantea el problema más importante: ¿querrían estos seres de inteligencia superior establecer contacto con nosotros?
O dicho de otro modo, ¿querrían estos extraterrestres establecer contacto con unos seres que, a pesar de ser iguales, se odian porque tienen la piel de color diferente, se matan por intereses económicos, se dividen porque tienen formas diferentes de pensar o creencias distintas o se menosprecian por ser de otro sexo?
Sinceramente, creo que, si alguna vez han llegado individuos de otros planetas y nos han estudiado, han preferido evitar problemas y han obviado un contacto con nuestra raza.
Nuestra civilización necesita evolucionar todavía mucho para ser considerada inteligente.
Una civilización que destruye su propio planeta, que establece guerras para dominar zonas más amplias de territorio, que mata por dinero, que desprecia por razones de raza, sexo o religión, no puede ser digna de recibir visitantes con una inteligencia superior.