Hace ya algunas décadas que en España nos enfrentamos a algunos debates recurrentes. Entre ellos, está el de la productividad nacional, que se estima como inferior al de otros países europeos. No son pocas las ocasiones en las que este baremo se utiliza como argumentario para oponerse a determinados cambios laborales, con visiones bien diferentes entre los representantes de las empresas y de los trabajadores.
Sin embargo, muchos atribuyen este panorama al modelo económico nacional, demasiado enfocado a los servicios del turismo y la construcción . Es inevitable, entonces, recurrir a la falta de valor añadido de algunas actividades empresariales en España. Probablemente, ya hayas escuchado esta sentencia en algún debate especializado. Ahora bien, ¿qué significa exactamente?
Entendemos como el valor añadido a una serie de características, en un producto o un servicio, que propician que un cliente los seleccione por encima de otras opciones de la competencia.
En un mercado global, una falta de competitividad en esta área puede representar un lastre considerable para la economía nacional y los agentes que la componen. Pero, ¿realmente es tan pesimista este panorama?
¿Forma parte de autopercepción de los españoles o es una realidad documentable?
Lo cierto es que algunas estadísticas refutan, al menos en parte, este discurso. Tras unos años algo complejos, a partir de 2007 España ha ido recuperando la competitividad en sus exportaciones; hasta llegar a un balance positivo desde el año 2012, que ha seguido aumentando en la última década.
Precisamente, es el valor añadido el que ha tenido que ver en este fenómeno, que puede cambiar la imagen que los ciudadanos tenemos de nuestra capacidad para crear productos y servicios de cara al exterior.
Factores clave para llegar a este punto han sido las mejoras en la formación, la apuesta tecnológica y las nuevas infraestructuras, la inversión en I+D+i, la mejora de las condiciones laborales y la digitalización.
Aunque, a nivel patrio, consideremos que queda mucho camino por delante; especialmente, en los dos últimos puntos citados. En el caso de la digitalización, Murcia está llevando a cabo algunas iniciativas, a través de la Agencia de Transformación Digital de la Comunidad, para reforzar el avance de la tecnología en las organizaciones, atraer empresas punteras y crear nuevos puestos de trabajo.
Pero es evidente que las propias empresas también tienen que desarrollar sus genuinos proyectos, en aras de conseguir un mayor valor añadido. Se puede observar el ejemplo de algunas compañías internacionales, con presencia en el territorio español, que han tomado decisiones estratégicas para buscar la excelencia en sus productos.
Un ejemplo de esto es LeoVegas Group, que a nivel nacional opera como LeoVegas España, ha buscado mejorar sus procesos complementando su diseño creativo de tragamonedas digitales con un estudio interno, dirigido por uno de los mayores expertos en el sector.
Estos proyectos demuestran cómo la innovación, ya sea tecnológica o organizacional, enfocada en mejorar el servicio, puede ofrecer una ventaja competitiva. En el entorno digital, esto es especialmente relevante, ya que abre puertas al mercado internacional y fomenta la colaboración entre diferentes regiones. Un buen ejemplo local es ElPozo Alimentación en Murcia, que ha incrementado notablemente su facturación gracias a su inversión en sostenibilidad y el análisis de las preferencias de los consumidores.
Diferentes fórmulas para incrementar el valor añadido desembocan en una mayor competitividad y un aumento de los resultados. Pero, además, la creación de riqueza para la región y un incremento de los puestos de trabajo. La dicotomía de precio – calidad debe verse, en la actualidad, como una variable casi obsoleta. Esta es una gran oportunidad para que las empresas tengan una perspectiva más amplia, arropadas por un mercado global y el recurso, inestimable, de las nuevas tecnologías.
