Así era conocido Francisco Tudela Tomás, sexta generación de una familia de alfareros, amante de su profesión, de la música y enamorado de Totana y La Santa. Así lo conocí cuando vine a vivir, pues coincidimos en una feria de artesanía en Torre Pacheco siendo él concejal de este Ayuntamiento. Desde ese momento nos saludamos siempre con agrado y tomamos algún que otro corrental en la Taberna del Cojo donde solía hacer tertulia con los que cantaban con él y su hermano.
Vio la luz en Totana el 19 de julio de 1940, casualmente en la festividad de las Santas Justa y Rufina, patronas de los alfareros, y sin duda marcaron el camino y la vocación de Paco, pues dedicó toda su vida a tan noble arte, más que oficio.
De la guerra incivil regresó enfermo su padre, Bartolomé Tudela, en años de muchas dificultades, razón por la cual Paco tuvo que dejar el colegio a los siete años para ayudar con su trabajo al sustento familiar, haciéndolo en diferentes alfarerías del pueblo durante diecisiete años, haciéndolo en una de ellas junto a su padre y su hermano Conrado.
A su regreso del Servicio Militar a los 24 años salió de él su espíritu creador y alquiló una alfarería que estaba cerrada empezando a trabajar con su padre y su hermano, con el que compartió toda su vida, tanto en lo profesional como en sus aficiones, especialmente la música a la que amó desde niño, ya que cantó en diferentes grupos y coros. Es digno de resaltar que Paco y su hermano estuvieron siempre juntos como hemos dicho, compartiendo su amor a la profesión, la música y la Semana Santa.
En 1969 contrajo matrimonio con Eulalia Cayuela Martínez de cuya unión nacieron dos hijos, Francisco Javier y Lucía, continuador el primero de la saga familiar con interesantes aportaciones artísticas, pues ahora ante la competencia industrial este tipo de oficios han debido reciclarse buscando la parte artística o de souvenir.
Paco se mantuvo trabajando hasta los 67 años manteniendo la tradición alfarera de Totana, si bien se vio obligado como todos a dar un giro a algo más artístico, ya que los utensilios de barro dejaron de utilizarse y además la industrialización desplazó por su bajo coste la elaboración artesanal de la alfarería. Fue siempre amigo de sus amigos, servicial y atento, que siempre encontró amigos a los que conservó toda su vida, pues no se le conocieron enemigos.
Durante unos años empleó su tiempo en la política a la búsqueda del reconocimiento de su artística profesión, apostando por la concurrencia a ferias con la aportación del Ayuntamiento y logrando hacer su ansiado monumento al alfarero, magnífica obra del escultor Anastasio Martínez Valcárcel situada precisamente en la Rambla cerca de la zona de las alfarerías, donde estuvieron siempre ubicadas y aún se conserva algún horno tradicional.
Fueron muchos los reconocimientos que recibió a lo largo de su vida, pero tal vez el que más le emocionó fue el homenaje que le ofreció el Ayuntamiento y el pueblo de Totana justo frente al Monumento al Alfarero, para cuya ocasión invité a venir al escultor que lo realizó.
Poco después de su jubilación, cuando mejor estaba, apareció en su vida el puñetero cáncer contra el que luchó denodadamente durante once años, aunque finalmente el 4 de marzo de 2021 fue llamado para trabajar eternamente con el Primer Alfarero.
El negocio sigue trabajando gestionado por su hijo Francisco Javier, ofreciendo al mercado piezas artísticas de gran mérito con cuidadas y esmeradas decoraciones que hoy figuran en las grandes colecciones augurando para ello un excelente futuro.
Juan Ruiz García