El totanero David d’Loruiz expondrá su obra en el Museo de Chelsey en Nueva York

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David d’Loruiz se ha dedicado desde siempre a la pintura. Comenzó a pintar a los 14 años y en la actualidad cursa 5º de Bellas Artes.

Este totanero ha realizado ya más de cien obras y su pintura ha sido reconocida con muchos premios. El pasado año 2005 recibió el Premio Nacional de Escultura concedido por la Fundación Bancaixa y en julio de ese mismo año realizó una intervención en el Paseo Marítimo de Alicante durante tres meses.

En noviembre del pasado año, David inauguró dos exposiciones: una en la Galería Fernando Guerao y otra en la Sala Luis Garay de la Universidad de Murcia.

Entre los próximos proyectos de este artista totanero está la exposición en la Galería Monogranma de Roma el 10 de marzo, y en la Galería Actual de Madrid el 23 de ese mismo mes, una de las salas de más importantes de la capital española en el mundo del arte.
Y la trayectoria imparable de David d’Loruiz continúa su camino ascendente, ya que de cara a la primavera su obra cruzará el charco y sus obras podrán ser vistas en el Museo de Chelsey en Nueva York gracias a una beca de la Fundación Cristóbal Gabarrón.


Cada artista tiene una forma distinta de ver y de expresar el arte, y en el caso del artista totanero David d’Loruiz su pintura encarna su particular forma de reflejarlo.

David d’Loruiz lo entiende de esta manera: «La enajenación.

Partamos desde el punto de vista de que no hay que entenderla como privación del juicio o locura, sino que tiene que ver con la imposibilidad de una identidad definida, plena, puesto que es algo que permanece y que, no obstante, está en continuo cambio, siempre en construcción y en relación con un antes y un después.

Por identidad entendemos normalmente -de forma limitada- aquello que permanece idéntico, unos rasgos propios que nos distinguen de los demás. Es, en definitiva, el pasaporte de singularidad que tanto la obra como yo poseemos.

Y he ahí el problema cuando no pensamos la identidad como algo cerrado, cuando sospechamos de ella, tanto es así que nos damos cuenta de que en las palabras se encuentra el amplio vacío provocado por el alejamiento de las certezas, manifestándose en el lenguaje ese asombro que da origen al pensamiento y a la incesante búsqueda de darle forma para poder organizar el distanciamiento que el asombro implica, tras lo que hay que reconstruir un sentido que se escapa; esto es lo que busco.

¿Qué conlleva pensar la permanencia en un mundo donde impera lo efímero? En toda vuelta crítica al pasado, al origen, se configura un ethos, que implica un proyecto, una construcción, lo por hacer, volviendo al menos posible el sueño de un lugar que sea morada para el hombre mientras nos indica lo que debemos ser; aunque, por ello mismo, siempre es proyección, por lo que tampoco nos resuelve el problema de la identidad buscada.

Hay que partir, creo, no ya de lo probado o evidente, sino de la hipótesis admitida comúnmente, para demostrar con el tiempo su falsedad.

Igual que ocurre con el origen griego de época, debemos entender la identidad como suspensión, lo que implica una discontinuidad en la línea del tiempo, ya que el concepto supone cierta anulación temporal al adquirir la misma entidad en todo el conjunto, cancelando transitoriamente el acaecer. Si para la historiografía fue fundamental la ligazón entre estilo y época para considerar unas pautas, identificar los valores de un momento determinado, ¿cuál podrá ser la forma de hacer visibles estas preocupaciones sabiendo que somos cada uno de nosotros tremendamente complejos y circunstanciales?

Intento encontrar el equilibrio entre identidad y enajenación, gesto que me impulsa a una profunda búsqueda formal; es esto probablemente lo que me lleva a lograr la recuperación de otra acepción de enajenación: distracción o embeleso producido por una obra que vislumbra nuevas lenguas para un nombre negado, el sueño de raíces en la palabra sin veredicto alguno, únicamente asombro, búsqueda y probablemente también rodeo, que supone -como enseñó Walter Benjamin- la elección de un camino que no es directo ni fácil, si bien implica un recorrido que disolverá otros sujetos mientras revela que no existe el paraíso en ninguna forma, tan sólo una identidad en fuga. Desde estas convicciones se adivinan otras asombrosas perspectivas, el sosiego del sueño y un nuevo sentido.»

El totanero David d’Loruiz expondrá su obra en el Museo de Chelsey en Nueva York, Foto 1
El totanero David d’Loruiz expondrá su obra en el Museo de Chelsey en Nueva York, Foto 2
Totana

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