Propósito desligitimador
por
Fred
15/03/2004
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José Antonio Zarzalejos, director del diario ABC, publica hoy domingo un artículo titulado "Propósito desligitimador" en el que critica dúramente el papel de la "izquierda mediática instalada en las trincheras de papel".
(ABC) Hay una izquierda intelectual y mediática de pensamiento débil y pequeño burgués que, instalada en los mecanismos informativos y en las trincheras de papel, ha logrado manejar como a guiñoles a los representantes de la izquierda política, subordinándolos con sus bulas, sus veredictos, sus cánones, sus obsesiones, sus filias y sus fobias a una dictadura ideológica y estratégica que ha atenazado su desenvolvimiento autocrítico y su soberanía de decisión.
El resultado es una izquierda política inerme e inerte, subsidiaria de los peores recursos del pasado -la pancarta, la consigna, la subversión dialéctica- y que se apoya en la muleta de los nacionalismos étnicos y culturales para evitar la apariencia de cojeo y desfallecimiento.
La jornada de ayer, democráticamente sucia, es el ejemplo más expresivo de la inanidad de los líderes partidistas de la izquierda y de la hiperactividad irresponsable del gauchismo sin más compromiso que el de sus propias obsesiones.
Corresponde a esos emboscados de la sedicente izquierda intelectual y mediática -desde el micrófono o desde las páginas- el más que dudoso honor de enturbiar hasta límites de indignidad las horas más trágicas de la historia democrática de España.
No satisfechos con alentar todo tipo de brutalidades dialécticas -según las cuales el Gobierno estaría engañando a la sociedad, dando pábulo a versiones alucinantes sobre la realidad de intentonas terroristas, y negando el carácter democrático del Gabinete y su partido- han trabajado como estajanovistas en las últimas horas para preparar el discurso deslegitimador del dictamen de las urnas de esta noche si acaso éste encumbra de nuevo al Partido Popular a las responsabilidades del Gobierno de España.
No aceptaron, ni en 1996 ni en 2000, las consecutivas victorias electorales de José María Aznar -«franquito», «charlotín», «falangista»- al que han tratado como a un intruso en el usufructo del poder cuya propiedad les corresponde y que adjudican como absolutistas ilustrados -«todo para el pueblo pero sin el pueblo»- sólo a los dóciles y a los dependientes de su alimento ideológico.
Ni una palabra de reproche a los que insultaron e intentaron agredir a Rodrigo Rato y Josep Piqué en Barcelona; mohín hipócrita cuando las sedes del PP fueron asaltadas y arrasadas en los días previos -hace un año- a la guerra de Irak; ni una reprimenda -todo lo contrario, fueron instigados y publicitados por ellos- a los que ayer, jornada de reflexión, se manifestaron de la peor manera, coactivamente, ante la sede central del partido del Gobierno en Madrid.
Tampoco han encontrado motivos -«Hay motivo» han rodado ahora en cortometrajes, cuando el terrorismo de Estado y la corrupción desatada y desafiante quedaron sin cineasta que los inmortalizase- para zaherir siquiera a los que desde hace cuarenta años han asesinado de todas las maneras y en estos días, aparentemente reconvertidos, se refieren cínicamente a la «barbarie» del pasado jueves en Madrid. La excelsitud de la hipocresía.
Están preparando, bien se ve, un lunes de derrota electoral para convertirlo en un lunes de deslegitimación si la victoria popular fuese el designio de los electores y no han dudado en utilizar la propia transparencia del Gobierno en las investigaciones sobre los brutales atentados del 11-M, que ayer a través del ministro Ángel Acebes resultó plena y convincente, para arrojársela a la cara, exasperados y ansiosos de que la colaboración de España con Estados Unidos y Gran Bretaña en el conflicto de Irak pase una factura, a poder ser impagable, al Ejecutivo.
El viernes, algunos de los representantes de estos cromagnones del gauchismo intentaron y no lograron una manifestación «alternativa». El sábado, violando las convenciones democráticas más elementales, instigaron a un puñado de miles a gritarle a Aznar su condición de «asesino».
Un acto de rencor, de venganza ramplona y, seguramente, de temor, al que ellos pusieron altavoz e imagen mientras contemplaban el espectáculo desde la indolente comodidad sabatina del más rancio izquierdismo de salón.
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Historia de una Manipulación - por Fred, 15/03/2004 |
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