DICCIONARIO DE LA SEMANA SANTA DE TOTANA
"Armaos". Son más totaneros que los "poyos de la torre", que ya es decir. Nuestra principal reliquia de Semana Santa. Los sacamos a pasear por toda España y la ciudadanía alucina. En otros lugares los llaman "armados", pero ya se sabe que en Totana eliminamos la "d" intervocálica para no parecer afectados de finura.. A pesar de su aire romano, pues en su origen está su papel de tercios del Imperio, todos lucen los colores de la bandera española.
Ayudas. Son los que llevan el peso de la procesión. Épocas hubo en las que, ante la escasez de ayudas en momentos de crisis de nuestras procesiones, los tronos se convirtieron paulatinamente en carrozas, perdiéndose de paso uno de los sonidos más característicos de nuestra Semana Santa, el golpetear de las varas por las calles, y el dulce balanceo de los santos. Hasta que, años atrás, surgieron las nuevas generaciones de ayudas y desde entonces hay que pedir la vez para echar un hombro. Sobre todo desde que la gente joven, mujeres mayormente, encuentran en la tarea de ayudas un bonito argumento para vestirse de nazareno y tirar del santo.
Balanceo. Vaivén de los tronos que forma parte tanto de la marcha como de las paradas. Tronos que vistos en fila proporcionan una visión peculiar y casi coreográfica de nuestras procesiones, poniendo un contrapunto rítmico de gran efecto en los largos cortejos.
Bocina. Heraldo de nuestra Semana Santa, que no sería tal si no escucháramos su profunda tristeza en las noches de cuaresma, entre afilados y recios sonidos de cornetas y tambores, como un lamento de tiempos pasados que siempre regresa puntual y se adueña de nuestra memoria.
Buche. La despensa del nazareno. Los caramelos, sin que falten, van dando paso a bocadillos de media dentellada y otras vituallas que vienen a mitigar los excesivos metrajes de las procesiones.
Calle Cartagena. Hasta los años 70 fue la calle con más aforo de espectadores de toda la Semana Santa. Las sillas se guardaban desde primeras horas de la tarde del Viernes Santo para presenciar el recorrido final de aquella breve Semana Santa de día y medio. Entonces estaba muy consolidada la costumbre de llevar los tronos tres pasos hacia adelante y dos hacia atrás, haciendo la procesión interminable, que avanzaba paso a paso.
Capirote. Nos referimos, claro está, al negro, al rizado. En el capirote reside la razón de ser y el misterio insondable de nuestras procesiones. Con un capirote alto y enhiesto (vamos tieso) las procesiones serían otra cosa muy distinta. Este capirote manejable, transportable, colgante, rizado y liviano, todo a la vez, permite que nuestra Semana Santa sea como inconfundiblemente es.
Cetro. Lo que llevan los comisarios de las Cofradías para que las filas no se tuerzan y vayan como Dios manda, lo que en nuestro pueblo resulta prácticamente imposible desde el mismo siglo XVI en que empezaron las procesiones por este municipio.
Comisario. Los que circulan de arriba para abajo por en medio de las filas para que no se produzcan cortes entre paso y paso y el personal nazareno se pare lo menos posible encendiendo el cirio, hablando con el vecino o repartiendo caramelos a los espectadores.
Cornetas, tambores y timbales. Uno de los pilares más sólidos de la Semana Santa de Totana. Es, por encima todo, el sonido fundamental de nuestras procesiones, el mejor testimonio del ambiente nazareno, el mayor tributario del maremagnum que organizamos los totaneros en torno a la Pasión de Jesús, digna de un análisis profundo por los mayores especialistas de la antropología cultural y el costumbrismo más sui generis. Cornetas, tambores y timbales: esencia, potencia y soporte generoso de nuestras procesiones.
Cuaresma. Décadas atrás la Cuaresma era un periodo de mortificación, pues la gente dejaba de fumar, de ir al cine, de beber esto o aquello, de no hacer tal cosa. Todo eso, aparte de ayuno y abstinencia, que se observaba con cierta regularidad. Buena parte del personal, debido a las condiciones económicas y a las espartanas dietas, pasaban de estos sacrificios, y lo argumentaban con aquello de que bien ayuna quien mal come. El domingo de Resurrección se volvía a fumar, a ir al cine, a quitarse un hábito, en fin, a la vida normalizada. Incluso a oir música normal, pues el Gobierno prohibía durante toda la Semana Santa la radiación de música ligera a cambio de música clásica.
"Chepes". Así llamamos los totaneros a los azotadores de Jesús. No hay más que mirarles para comprobar la cara de chepes que tienen.
Desorden. Aunque nos duela, el desorden siempre fue uno de los atributos más consolidados de la Semana Santa totanera, dicho sea esto sin ánimo de desmoralizar a nadie. Siempre ha sido un desorden bastante controlado. Pero el desorden ya no es lo que era. Y es que en Totana siempre hubo (y sigue habiendo) dos Semanas Santas: la de las procesiones y la de la calle. Y, claro, así nos lucía el capirote. De todos modos, el desorden forma parte de nuestra idiosincrasia, y contra eso no hay quien pueda.
Día de la música nazarena. Seguramente, uno de los mejores "inventos" en torno a la Semana Santa de Totana. El gran papel que juega la música en el ambiente pasional a cualquier hora del día (bandas de cornetas y tambores, orquesta y bandas de música) es reconocido merecidamente. Asistir a la gran parada de las bandas en la Plaza de la Balsa Vieja y escuchar las fanfarrias por cientos de jóvenes y veteranos de trompetas, de tambores y de timbales, le ha puesto al abajo firmante en un punto de emoción ante semejante espectáculo popular. Esta concentración, estas dianas afiladas y estos redobles llenos de precisión y contundencia, contribuyen como pocas cosas a poner en pie de participación al pueblo de Totana.
El Cabildo. En otros tiempos, mucha gente creía que el Cabildo era algún totanero con mando en las procesiones. Una especie de mote, o así. Cuando un nazareno no tenía chapa reconocida (distintivo de Cofradía) le ponían en la pechera izquierda una cinta que rezaba así: Cabildo de Procesiones, para que no pareciera un nazareno indocumentado. Hoy el Cabildo ya tiene sede y es una institución que con su trabajo y dedicación permite organizar unas procesiones brillantes y meritorias como nunca lo fueron.
El libro. Así llaman muchos totaneros a esta revista. Sólo hemos de decir que con esta edición cumple 15 años y que es una magnífica publicación que expresa la importancia de la Semana Santa en el mundo cultural de los totaneros.
El Ramblar. El Ramblar, escenario de la noche del Viernes Santo, debe su merecida fama a la parada y fonda de la procesión, hasta entrados los años 70, como lo sería igualmente la Glorieta en Jueves Santo, quedando los santos y todos los aperos de la procesión esturreados por la plaza, hasta que el personal (autoridades incluidas, pues también tenían derecho a cenar) se decidía a regresar, dispuestos a enfilar la calle de Cartagena y echarle todavía algunas horas a la procesión, gracias a la técnica de los "tres pasos hacia delante, dos pasos hacia atrás", con lo que la procesión, nunca mejor dicho, iba paso a paso.
Empanadas y huevos duros. La Semana Santa tiene su gastronomía peculiar. Del mismo modo, el nazareno arrea con lo que puede para el buche y llevarse algo a la boca, escapándose de la procesión por un callejón hacia abajo, sacando entonces los socorros gastronómicos preparados en casa, huevos duros y empanadas de tomate y atún que, entre soplidos de cornetas y retumbar de tambores y timbales, acompañados de un corrental, o una caña en vaso de plástico, para luego seguir con la penitencia de la procesión.
Fila. En las procesiones de Totana, guardar la fila ha costado siempre lo suyo. Con las excepciones a que dan lugar los muchos avances y cambios en este sentido, tiempos hubo en que esto se parecía, como cuenta el chascarrillo, a la procesión de Hervés (*), que van cuatro y mandaban tres, y decían: "Caballeros, a dos filas".
(*) Lugar del municipio de Carral (La Coruña).
Jueves Santo por la mañana. De tanto pasear los tronos por el pueblo (que si para la iglesia, que si para cambiar de indumentaria, que si para cambiar el trono...) la costumbre de encerrar los santos en la iglesia en Miércoles Santo se ha convertido en una casi-procesión en la mañana del Jueves Santo, con una multitudinaria concentración de ciudadanos en el centro que ha convertido esta mañana en una cita obligada para buena parte del pueblo de Totana y para muchos guiris que vienen de los secarrales junto a Mazarrón a disfrutar de este mundo insólito y sorprendente que los totaneros concitamos en torno a la Semana Santa, en una mañana con personalidad propia.
La cuerda. O cíngulo. Signo penitencial con borlas y único adorno de la túnica negra, también ha jugado un importante papel cuando éramos chavales y le dábamos vueltas y vueltas mientras chupábamos caramelos.
La chapa. Así hemos llamado al distintivo metálico o de tela que nos identificaba como perteneciente a ésta o aquélla cofradía. Su mejor virtud siempre fue, llevaras la que llevaras (como si no llevaras, que también es el caso), que podías arrimarte a cualquier fila de cualquier cofradía. Eso se llama democracia nazarena.
La Glorieta. Más de media España sabía que Totana era ese pueblo donde en Semana Santa los nazarenos dejaban los santos en la calle y se iban a cenar. De eso puedo dar fe en una conversación mantenida en un bar de Ponferrada (provincia de León) con ocasión de uno de mis viajes en auto-stop a Galicia, anno Domini 1962. En la puerta de la Glorieta, frente al desaparecido cine Rosa, se llevaba a cabo este hecho insólito en el occidente europeo en la noche del Jueves Santo, para repetirlo, y no ser menos el barrio de Sevilla, a la noche siguiente en el Ramblar.
La "Posá". El Paso de la Negación, llamado así por estar relacionado con la posada de la carretera de Lorca y ser allí guardado todo el año. Mejor así que de haber estado guardado en el Casino, por ejemplo y dicho sea con todos mis respetos y consideraciones. ¡Se imaginan un paso con este nombre!…
La "Puntoná". Principal número coreográfico de los "armaos", delante del Ayuntamiento, autoridades y pueblo soberano, caracoleando y cruzándose, al redoble de tambores, demostrando lo mucho y lo bien que ensayan. Antiguamente, cuando la plaza no estaba asfaltada, la bandera levantaba buenas polvaredas que el personal aguantaba porque aquello era muy típico.
La túnica. Para un totanero, la túnica ha sido, es y será la túnica negra. Las otras, las de colorines, también son túnicas, claro, pero son ya otra cosa. No creo que haya en toda España un pueblo que tenga más túnicas por habitante y metro cuadrado que Totana.
"Manolas". Las "manolas" en fila, esto es, en procesión, empezaron a verse por Totana con la incorporación de la imagen de la Virgen de la Esperanza a la procesión del "Silencio", allá por 1969. Hasta entonces, la procesión, conocida popularmente como "de la Rosquilla", que desfiló por primera vez en Totana en 1963 (por estar formada, principalmente, por cursillistas, muy numerosos en aquellos años, de ahí el nombre familiar de la plaga -la rosquilla negra- que solía visitar nuestros campos).
Las "manolas", con su festival de peinados, taconeo, floristería y todas esas cosas con que las mujeres saben contribuir como nadie al mundo de la imagen, vinieron a poner bastante estilo en una procesión en la que los escapularios de los nazarenos, al resbalar continuamente por el satinado capirote, ofrecía una imagen de auténtico desbarajuste, pues raro era ver uno que lo llevara como Dios manda.
Un año, no recuerdo cual, la procesión del silencio desfiló en la noche del Jueves Santo, y aquello por poco si termina en un levantamiento popular, pues la clásica procesión de ese día salió en miércoles pero aquello, como decimos en Totana, no tuvo fuste.
Marchas. Las marchas, que desde mediados del siglo XIX ya sonaban en nuestras procesiones, y que curiosamente acompañaron tanto a La Samaritana como a La Dolorosa, son, como la túnica negra, los "armaos" o las bandas de cornetas y tambores, un componente imprescindible de la Semana Santa totanera. Aunque el personal cree que todas las marchas son del maestro Marín (el señor de la estatua de la Plaza del Francés), en realidad sólo se interpretan dos: "Martirio" y "El cántaro", Hoy las marchas, aparte de ser interpretadas por la orquesta, suenan también en reducidas bandas en La Magdalena y en San Juan.
Morrión. El morrión es la parte de la armadura de los "armaos" que cubre la cabeza, rematada con algún tipo de plumaje. El morrión de los "armaos" es lo más peculiar de su indumentaria. Sin ese alto remate algodonado, nuestros "armaos" podrían parecer mercenarios del Imperio Romano, pero con su morrión no pueden ser otra cosa que los inconfundibles "armaos" de la Semana Santa de Totana.
Nazareno del Año. Distinción a los totaneros que se han enfundado su túnica para contribuir desde diversas actividades o protagonismos al esplendor y al mejor nombre de la Semana Santa totanera. Se trata de un gran honor, teniendo en cuenta el lugar que ocupa la Semana Santa en el corazón de los hijos (e hijas) de este pueblo. Nuestra enhorabuena a los que lo fueron y a los que lo serán en el futuro.
Orquesta. Mejor dicho, "la orquesta". Institución musical nazarena consustancial a nuestra Semana Santa, que desde el siglo pasado viene manteniendo su magnífico repertorio: "El cántaro", "Martirio", "Suspiros", "Calvario", "Pobre Carmen", "El Santo Sepulcro" y "Chapí", con veteranos y recientes fichajes, desde la dirección hasta el último clarinete.
Pastillas. En otros tiempos, caramelos. Cuando un nazareno iba con el buche vacío le llamaban "¡Nazareno sin pastillas!".
Pregón. Exaltación literaria iniciada en Totana en 1989 Brillante pórtico que nos anuncia una Semana Santa repleta de contenidos y que cierra un breve concierto de marchas pasionarias en la hermosa capilla de san Ildefonso.
Raso chino. Las túnicas clásicas que llevaba el personal de posibles, Incluyendo zapatos, que eran los signos externos más evidentes para reconocer a los señoritos de entonces.
Recogerse. En Totana, las procesiones no acaban ni terminan, se "recogen". De este modo, los totaneros decimos: "cuando se recoja la procesión" (es como una hora para quedar en verse con alguien), "la Samaritana ya se recogió", o "la procesión ya se está recogiendo".
SPQR. Estas iniciales las podemos ver en la bandera roja de los "armaos", y no quiere decir otra cosa que "Senatus Populusque Romanus", esto es, "El Senado y el Pueblo Romano", que aparecían en estandartes, lábaros y toda clase de objetos oficiales del Imperio Romano. Actualmente, en Roma estas letras aparecen por todas partes (autobuses, alcantarillas, símbolos de la ciudad) y los romanos de Roma, de chufla, dicen que su significado es "Sono Porchi Questi Romani", o sea y traducido, "Son Puercos Estos Romanos".
"Suspiros". Ya resulta tradicional que La Dolorosa se recoja (y con ella, toda la procesión) en la iglesia al compás de la marcha "Suspiros", pero de modo especial en la alta noche del Viernes Santo, momentos que aprovechan los nazarenos de corte sentimental para consumir los últimos centímetros de cirio, hacer unas filas interminables por la Plaza y darle al vaivén del cuerpo para despedir en plan meloso y coreográfico los últimos coletazos de la Sernana Santa. Con "Suspiros" sonando a la entrada del bello portal renacentista de la portentosa iglesia de Santiago, al lamento de los violines, el climax llega a extremos insospechados, mientras en la Plaza tiene lugar una auténtica parada nazarena, fiel reflejo del maremagnum y el desideratum que conforman nuestra sin igual Semana Santa. Amén.
Tabletas. Los totaneros asociamos su sonido al Viernes Santo, silenciadas las campanas de nuestras iglesias. Antes de su mecanización, sentíamos cómo nos llegaba un traqueteo más humano, menos perfecto, de la mano del "tío de las tabletas", que se organizaba allá arriba bajo la campana del dín con su botella de vino y su arreglo. Y que no faltara.
Una caña en el Ortiz. Si el vino del Chamones está en lo más alto del ranking tabernero de Totana, en cualquier día del año, lo de tomar una caña en el Ortíz en Semana Santa también se ha quedado en el ambiente costumbrista de estos días. Jueves Santo por la mañana y Viernes Santo todo el día, tomar una cerveza en la calle, junto a la fuente de Silvestre Martínez Teruel, totanero con espíritu renacentista, a lo Leonardo da Vinci pero sin código y con menos efe pé, (ya está bien de adjudicarle toda la fuente a Juan de Uzeta, que no fue tanto), se ha quedado como un referente para las nuevas generaciones.
Vestirse de nazareno. Verbo que utilizamos para ponernos la túnica negra y salir por el pueblo de paseo y para lo que haga falta, incluyendo, si se presenta, ir en la procesión.
Ginés Rosa López
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