Varias alquerías de La Hoya de Alcoy formaron en la Edad Media el hermoso e industrioso pueblo de Ibi, en la provincia de Alicante, merced a los pactos del rey Jaime I el Conquistador con el rey de la taifa Abú Zayd, pasando a depender del reino de Aragón, cuyos monarcas cedieron su propiedad en diferentes ocasiones a otros tantos nobles hasta que en 1629 obtuvo la emancipación pasando a ser Villa Real. La villa se fue transformando merced a la laboriosidad de sus gentes y convirtiéndose en un emporio de riqueza gracias a un tipo de industrias que sembraban felicidad a la gente: la del juguete que era la alegría de los niños ya la del helado que llena de placer nuestras papilas gustativas.
En esta villa vivía el matrimonio formado por Juan Vicente Rico Navarro y Nieves Valero Verdú, él dedicado al negocio de la construcción y ella pertenecía a una familia de heladeros. La crisis de la construcción de 1986 impelió a Juanvi a buscar nuevos horizontes empresariales y la casualidad hizo que encontrara el aviso de una subasta judicial del traspaso de una heladería en la calle Calvo Sotelo de Totana. Se desplazó, le gustó y se la adjudicó.
La familia se estableció en la localidad e iniciaron su negocio adquiriendo toda la maquinaria necesaria para su desarrollo con los helados que ellos fabricaban, obteniendo una excelente aceptación que le deparó una cierta prosperidad que permitió adquirir el local de la Plaza de la Balsa Vieja, lugar que ya conocían por haber regentado uno de los quioscos que pusieron en su inicio en la plaza, cerrando posteriormente la primera heladería y abriendo en la nueva que obtuvo la misma aceptación y la clientela se hizo fiel.
Tanto Juanvi como Nieves trabajaron duro en una Totana que los acogió con cariño y ellos correspondieron en igual medida. Sus helados artesanos siempre fueron muy alabados y ellos fueron ampliando la gama de los mismos, haciendo innovaciones que continúan a fin de estar siempre actualizados y dar a la clientela mejores y más variados servicios.
El secreto de haberse hecho con la clientela se basa en sus productos, elaborados con frutas y azúcares naturales de la máxima calidad que aportan los sabores genuinos, un perfecto servicio al cliente y precios razonables, que han hecho que sean los preferidos de Totana y sus locales estén siempre llenos durante los nueve meses que tienen abierto, pues durante tres invernales cesan en su trabajo y recuperan fuerzas para la temporada siguiente en la que no cierran ningún día de la semana.
Tras los primeros años de éxito comercial y económico decidieron traer a sus hijos y se instalaron como totaneros, realizando aquí sus estudios y siendo unos naturales más y hoy conocidos por todos.
A finales de los noventa, adquirieron otro local en la calle Padre Ángel de Novelé, frente a la Glorieta donde instalaron una sucursal muy agradable, con una terracita en la que se sirven desayunos amén de los productos de su fabricación.
Esta familia se considera totanera, sus hijos tienen hecha aquí su vida y parece que el futuro tras la jubilación de Juanvi están sus hijos, Juanvi y Abrahám, que tienen buena mano y están siendo los actuales maestros heladeros de esta empresa familiar, cuya continuidad aseguran.
Y aquí siguen, procurándonos la felicidad porque nos hacen tocar la gloria con nuestra lengua, gracias al arte que heredaron de sus mayores en un pueblo que nació para alegrar al mundo.