Fue para él todo un lujo hacerle encajar un gol suyo al considerado entonces uno de los mejores guardametas del mundo, su admirado y mítico Iríbar, que además lo era del equipo de sus amores, el Atlétic Club de Bilbao, pues desde niño admiró al equipo que solo tenía en sus alineaciones a jugadores vascos de su cantera y algunos del resto de España, pero nunca extranjeros.
Fue toda una institución en el deporte totanero y es recordado por todos con un especial cariño, sobre todo en sus etapas como jugador del Olímpico y de profesor de Educación Física del Instituto Juan de la Cierva Codorniú.
Había nacido en Totana el 11 de marzo de 1944, hijo del propietario del cine Florida, de familia muy conocida. Desde sus tiempos infantiles sintió la poderosa llamada del fútbol y tenía para ello excelentes facultades, pues aunque no era muy alto sí era flexible y con mucha agilidad que le permitía dar grandes saltos, de ahí su facilidad permanente para golear de cabeza.
Se inició en el naciente Olímpico de Totana donde destacó siempre y fue muy querido por la afición, pero el caprichoso mundo del fútbol es así y pronto empezaron los fichajes, pasando por diferentes equipos como el Muleño, Albacete, Jaén, Ceuta, Cartagena y algunos otros, siendo siempre muy querido por las aficiones dada su honradez deportiva y gran habilidad para cabecear. Es de reseñar el afecto que siempre le tuvo el entrenador entonces del Cartagena y posteriormente del Real Murcia, Felipe Mesones.
Durante este periodo aprovechaba las vacaciones veraniegas para regentar el cine Florida, contrayendo matrimonio el 3 de julio de 1972 con la simpática Dolores con la que tuvo tres hijos, dos varones y una hembra.
Las aficiones de Jaén y Cartagena lo amaron porque les dio grandes tardes de fútbol y era siempre portada de los diarios locales por ser muy goleador y entregado al equipo. En su cesión al Ceuta porque hacía el Servicio Militar tuvo una rotura de rótula de la que fue operado en el Hospital Militar, y en Jaén salió en primera página su foto con muletas en el patio del mencionado centro hospitalario.
El último equipo en el que militó fue el Lorca abandonando entonces el deporte profesional, pero su amor al fútbol era mucho y siguió significándose tanto en el Olímpico como en el que él mismo creó llamado Totana Deportiva.
Ingresó como profesor de Educación Física en el Instituto Juan de la Cierva emocionando a sus alumnos con su amor al deporte y, muy especialmente a su práctica limpia. He escuchado a muchos de sus antiguos pupilos hablar muy bien de él, porque yo no llegué a conocerlo.
Con independencia de su trabajo docente los veranos seguía regentando el cine de verano y en 1972 fue designado integrante de la Selección Matemática de Cartagena con el correspondiente trofeo, obteniendo además los de máximo goleador en Ceuta, Jaén y Cartagena, galardones que custodia su familia con legítimo orgullo.
Era hombre de buen carácter y muy querido por la gente, especialmente los aficionados al fútbol al que estuvo ligado toda su vida, teniendo un especial cariño a su Olímpico de Totana, que no pudo hacerle el homenaje que sin duda mereció porque de forma discreta, como Ginesín hacía las cosas, se fue a enseñar a los angélicos a rematar de cabeza el 10 de diciembre de 1992.
Gloria a él.
Juan Ruiz García
