Antes de venir a vivir a Totana solía traer los sábados a mi mujer a su trabajo y yo leía la prensa y conocía el pueblo durante toda la mañana hasta la hora de comer en la Venta de la Rata. Una mañana compré la prensa en el estanco de Paco Perellón y me dirigí al Miami en el que había entrado una o dos veces.
Me puse a leer y a tomar café y asistí a un espectáculo que no entendía, pues el dueño discutía continuamente con todo el mundo, cruzándose palabras a mi juicio algo duras, sin embargo no se enfadaban nunca. El tiempo, sabio juez, se encargó de hacerme ver con claridad el quid de aquella cuestión: Agapito es un hombre muy especial y a sus clientes les gustaba meterse con él intentando enfadarlo, si bien una vez conseguido el berrinche todo seguía igual, pues los clientes gastaban bromas y todos tan contentos.
Agapito Tudela Arias abrió en 1982 en sociedad con dos amigos la cafetería Miami, que pronto se hizo dueño de la mejor clientela, tanto a la hora del desayuno como del aperitivo, el café o las copas vespertinas. Aquella sociedad no prosperó y nuestro protagonista se quedó en solitario con el establecimiento que se caracterizó por su exquisita limpieza y la calidad de sus productos, pues Agapito es escrupuloso al máximo en su trabajo, si bien es verdad que esd algo puntilloso.
Si bien estaba muchas horas trabajando, Agapito no es de acero, por lo que contó con diferentes ayudantes que mantuvieron siempre muy alta la bandera de la casa, siendo para mí de grato recuerdo el bueno de Miguel, lamentablemente desaparecido siendo joven, Juani López y aquel jovenzuelo llamado Cosme que se marchó de Totana hace años.
Agapito permaneció en el Miami dieciocho años, traspasándolo después para pasar a regentar el que hoy se llama La Revuelta en la calle Antonio Garrigues hasta la fecha de su jubilación.
Solía tener una riquísima ensaladilla y buen queso y algunas cosas más que yo creo que le hacía su hermana, siendo generoso en las raciones que nos ponía, todo ello con una exquisita limpieza y la máxima calidad.
Una de las singularidades de Agapito era que cuando en una mesa le pedían tres cafés y otras tantas tostadas solía hacer un café y una tostada y repetía la operación en lugar de hacer dos cafés a la par y dos tostadas, ya que decía que el café salía mejor de uno en uno. Pues a pesar de sus singularidades era y es un tipo muy apreciado gozando siempre de la mejor clientela que ahora lo echamos de menos tras su jubilación.
Personaje singular donde los haya el bueno de Agapito, amante de su pueblo y tradiciones, lleva sus mejores trajes y corbatas en las procesiones de Santa Eulalia, el Corpus y el Domingo de Ramos cuida con mucho esmero su huerto y suele llegarse al centro a media mañana para desayunar o más tarde tomarse un aperitivo departiendo con los amigos entre los que afortunadamente me encuentro.
Juan Ruiz García