La Venta de los Pinos es ese lugar totanero con un verdadero carisma, que despierta el cariño de todos y al que más gusta asistir. Es la venta clásica de carretera comarcal, recoleta y con la cocina tradicional de la zona, tal vez no tenga gran variedad de platos, pero tiene ese marchamo de calidad que solo es posible en los lugares que ponen todo su amor en lo que hacen. Es difícil encontrar a quien no le guste cenar bajo esos enormes pinos, escuchar los grupos de cuerda que frecuentemente cenan y tras el refrigerio tocan y cantan como si estuvieran en su casa.
Cuatro generaciones la contemplan, siendo siempre herederas las mujeres menos en este último escalón en que son los hermanos Elena y José Antonio, el entrañable Pepe. Cuando esa carretera era un estrecho camino de rodadura pensó su bisabuela en construirla comprando para ello el terreno en que ahora está el aparcamiento allá por los años dieciocho o diecinueve del siglo pasado, si bien diez años más tarde decidió con su marido adquirir los terrenos en los que hoy se ubica.
Eran tiempos en que la sierra proporcionaba medios de vida a mucha gente que ascendía con sus carros o asnos para recoger de ella las hierbas aromáticas para hacer esencias por destilación, caracoles con los que alimentarse y vender el resto a los que no los cogían ellos, piñas para extraerles los piñones o la leña que servía como combustible propio o para su venta. Esos duros hombres salían al amanecer y descansaban con sus bestias en la venta en la que les daban agua para los animales, café de olla para ellos (en tiempo de escasez se sustituía por malta o cebada tostada y molida) que se acompañaba de la copa de anís o coñac, que también se podía convertir en carajillo. Al regreso unos chatos de vino acompañados de garbanzos torrados.
A la vejez de sus padres y herederos de sus abuelos se hizo cargo de la venta, sobre los años cuarenta y cinco del siglo XX la hija de los fundadores, Antonia Tudela Mora y su esposo Pedro García Carrasco, ampliando la cocina con platos tradicionales, especialmente y fue lo que le dio fama, el conejo frito a fuego lento y los michirones que tanto hemos elogiado todos, teniendo que reservar mesa siempre por no ser excesivamente grande el lugar.
Se echaron a la calle abriendo esa maravilla de terraza bajo los frondosos pinos que continuaron llenándose y siendo insuficientes. Antonia estaba siempre a pie de fogón, cocinando con amor sus especialidades cada vez más demandadas y gozando siempre del cariño de sus clientes hasta que las fuerzas la abandonaron.
Por el año 1992 aumentó la familia al casarse Elena con Fran Carrillo Periago, manos tocadas por los ángeles en el manejo del barro y la gubia, ampliando la cocina con nuevos platos, creando exquisitos postres y mejorando la terraza al decorarla con el buen gusto que lo caracteriza. Ahora es Fran que maneja la nave desde los fogones, incansable en el trabajo ayudado por su cuñado Pepe y ahora por sus hijos.
La Venta de los Pinos sigue siendo el lugar emblemático de Totana, la reina del conejo frito, la de los arroces inenarrables, la de la cocina tradicional con marchamo de calidad y buen precio al que todos los totaneros acudimos encantados a pasar esas hermosas noches de verano bajo los enormes pinos.
Fran aportó a la Venta de los Pinos su afición fundamental, el belén, que cada año colocaba con figuras de barro confeccionadas por él, superando cada vez el anterior y siendo el más visitado de la zona, de tal modo que dejó de hacerlo en la venta y ahora se ha convertido en el belén oficial de Totana que cada año instala en la Sala Gregorio Cebrián, en la Balsa Vieja.
Juan Ruiz García