El sábado a las once se hará entrega en la iglesia parroquial de Santiago el Mayor del premio literario instaurado por Cáritas en homenaje a Ildefonso Moya y yo, naturalmente asistiré. Esto me trae a la memoria la figura de este gran hombre al que le tenía admiración y un especial cariño, dado que siempre tuvo para mí la palabra amable, el gesto agradable y la respuesta acertada y culta.
Nació en Totana en 1935 y se licenció en Filosofía y Letras, sección Historia, carrera que era su verdadera vocación, encontrando en la docencia el motivo de su vida. Inició sus prácticas en el Instituto Alfonso X el Sabio de Murcia, pasando posteriormente a Cannes, en la Riviera francesa como profesor ayudante de Lengua Española en el Liceo Carnot el curso 1961/1962. Estando de vacaciones fue llamado por el obispo Barrachina para dar clases en el prestigioso Colegio de Santo Domingo de Orihuela.
La entrevista con el director se desarrolló íntegramente en francés, lengua que ambos dominaban y quedó contratado como profesor por un año renovable. Los docentes del colegio eran 12 sacerdotes y 18 profesores laicos, que formaban una comunidad educativa de altísimo nivel, unidos además por su compromiso católico.
Este colegio nació en el siglo XVI como Universidad Pontificia, estando en aquellos momentos como Colegio Diocesano con 350 alumnos, que ha llegado a superar los mil seiscientos y casi cien profesores
Ildefonso Moya se integró en aquel colegio que fue para él su verdadera vocación, ejercida como un sacerdocio docente, pues lo amaba con la generosa entrega humildad que lo caracterizaba. El nivel educativo de este centro fue de gran altura, pues trabajaba de forma humilde y ejemplar, haciendo del colegio el centro de su vida, con independencia de su amor a la familia.
Durante 38 años trabajó como profesor y la Iglesia le debe su dedicación como director pedagógico desde 1970 hasta 1991, siendo el primer laico del colegio en dirigirlo, y se distinguió por sus clases de Historia del Arte, de la que demostró siempre vastos conocimientos, siendo además profesor de Geografía de la Escuela de Magisterio de la Iglesia Jesús Maestro, que funcionó en el mismo colegio desde 1963 hasta 1970.
Ildefonso Moya formó un equipo de doce estudiantes del colegio y los preparó para el afamado concurso televisivo Cesta y Punto, logrando el primer premio nacional tras pasar las distintas fases eliminatorias.
Su vida fue una integración plena en el proyecto educativo de Santo Domingo, en el que se formaba integralmente a los alumnos, especialmente con marchamo cristiano y se dedicó al servicio intelectual de alumnos y compañeros del profesorado, siendo su vida ejemplar, marcada por una elegante humildad y un profundo compromiso cristiano.
Tras su jubilación hizo el Doctorado con una importante tesis sobre el escultor José Sánchez Lozano, probablemente el más salzillesco de los tallistas de imaginería religiosa del siglo XX y cuya ingente obra se encuentra en todo el Sureste español.
A partir de aquí su vida fue la entrega a Cáritas como muestra clara de su compromiso con los necesitados, desde la humildad, la leve sonrisa y el estudio de la historia de Totana, con la particularidad de que sus artículos los firmaba solamente con las iniciales.
Ha sido para mí un importante referente cultural, siempre dispuesto a ayudarme, interesado por mis trabajos y fácil comunicador, sin que tuviera esa suficiencia profesoral que he conocido en muchos de su profesión.
Estoy convencido de que todos los que lo conocimos estamos de acuerdo en mi apreciación sobre este gran hombre al que Totana tanto debe.
Juan Ruiz García