Jueves 8ª semana del Tiempo Ordinario
Por Jesús Aniorte
1. Preparacin
Seor, aqu estoy delante de ti. Aydame a tomar conciencia viva de que t ests conmigo siempre. Est donde est, tu presencia amorosa me envuelve. Dame tu gracia para que este rato de oracin me sea provechoso. Que vea claro qu quieres de m. Dame un corazn nuevo, que me gue por tus caminos de amor. Me pongo en tus manos, Seor. Soy todo tuyo. Haz de m lo que t quieras. Amn.
Ahora lee despacio la Palabra de Dios y las reflexiones que se proponen. Djate empapar de la Palabra de Dios. Si con un punto de reflexin te basta, qudate ah, no prosigas.
2. La palabra de Dios
En aquel tiempo, al salir Jesús de Jericó con sus discípulos y bastante gente, el ciego Bartimeo, el hijo de Timeo, estaba sentado al borde del camino, pidiendo limosna. Al oír que era Jesús Nazareno, empezó a gritar: - «Hijo de David, Jesús, ten compasión de mí.» Muchos lo regañaban para que se callara. Pero él gritaba más: - «Hijo de David, ten compasión de mí.» Jesús se detuvo y dijo: - «Llamadlo.» Llamaron al ciego, diciéndole: - «Ánimo, levántate, que te llama.» Soltó el manto, dio un salto y se acercó a Jesús. Jesús le dijo: - «¿Qué quieres que haga por ti?» El ciego le contestó: - «Maestro, que pueda ver.» Jesús le dijo: - «Anda, tu fe te ha curado.» Y al momento recobró la vista y lo seguía por el camino. (Marcos 10,46-52) 1. La primera lección que tenemos que aprender de Bartimeo es acudir al Señor con confianza. Cuántas veces nos hemos encontrado también al borde del camino, porque no veíamos claro, desanimados, esperando una mano amiga que nos levantara y nos animara a seguir adelante…! ¡Cuántas veces hemos estado ,“necesitados”, pidiendo limosna a los que pasaban: limosna de comprensión, de cariño, de aprobación, de felicidad. Y el Señor pasaba por el camino, pero no supimos –o no quisimos- darnos cuenta de que era el Salvador que pasaba y nos ofrecía lo que buscábamos y deseábamos. Hoy, al meditar este pasaje de tu evangelio siento, Señor, que vuelves a pasar a mi lado. Y ya ves que sigo “ciego”, que no termino de ver, que sólo abriéndote de par en par las puertas de mi vida y aceptándote con todas las consecuencias seré feliz y viviré en paz. Hoy te grito, Señor, como Bartimeo: «Jesús, hijo de David, ten piedad de mí», no pases de largo; mira que necesito que cambies mi corazón que sigue siendo cicatero contigo y no termina de dejarte entrar. Y con los demás ¡qué egoísta, soberbio y duro...! Detente, Señor: “Hijo de David, ten compasión de mí.” Concédeme la gracia de dejarme encontrar por ti que andas buscándome desde siempre. 2. “Los que iban delante le regañaban para que se callara, pero él gritaba más fuerte: ¡Hijo de David, ten compasión de mi!” A veces, Señor, yo también escucho en mi interior – y a veces desde fuera- voces que me hablan de que no tengo por qué salirme de “lo normal,” que no hay por qué exagerar, y quieren ahogar mis ansias de encontrarte definitivamente… ¿No tendrán razón? No, Señor, no tienen razón. Lo he experimentado en esos momentos en que te he gritado con fe y constancia: “¡Hijo de David, ten compasión de mí!... ¡Que vea, Señor”! ¡Y en esos momentos, cómo te has acercado a mí, y me has concedido “ver”: ver que me amas, que me quieres, que quieres hacerme feliz…, que eres la Felicidad, el Amor, la Comprensión, el Perdón, la Paz que ansío y busco! Señor, hoy te pido que, en mis momentos de oscuridad, de cansancio, de “enfriamiento” en el amor…, nunca, nunca me canse de gritarte lo del ciego: “¡Hijo de David, ten compasión de mí!” 3. “Jesús le contestó: -«Recobra la vista, tu fe te ha curado. En seguida recobró la vista y lo siguió glorificando a Dios.” El te seguía alabándote. ¡Qué corazón agradecido, el del ciego, Señor! ¿Y yo? Siendo niño, en el Bautismo, ya me “abriste los ojos de la fe”, para que pudiera ver que tú eres mi Señor y mi Padre. ¡Qué claro veí-a, Señor, tu amor y con qué gozo te seguía alabándote, contento de que fueras mi Padre! Pero con los años, Señor, ¡cuántas veces se obscurecieron aquellos ojos de niño y se apagaron mis alabanzas! Hoy me pregunto, Señor, si de verdad te sigo contento y te alabo por el gran don de la fe. Por eso, hoy quiero rogarte con el poeta Gerardo Diego: “Porque, Señor, yo te he visto - y quiero volverte a ver. Quiero creer. - Te vi, sí, cuando era niño - y en agua me bauticé - y, limpio de culpa vieja, - sin velos te pude ver.- Devuélveme aquellas puras - transparencias de aire fiel, - devuélveme aquellas niñas - de aquellos ojos de ayer. -Quiero creer.” Señor, hoy di sobre mí las palabras que dijiste a Bartimeo: -«Recobra la vista, tu fe te ha curado.»
3. Dilogo con Dios
A la luz de esta Palabra y estas reflexiones, pregntate qu te pide el Seor... Hblale como a un amigo. Pdele perdn, dale gracias. Escucha en tu corazn qu te dice el Seor. Pide que te ayude para poder llevar a la prctica los deseos que han surgido en tu corazn.
28/05/2015
Artculos de "Al hilo de la vida y de mis reflexiones"
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