29 junio – San Pedro y San Pablo
Por Jesús Aniorte
1. Preparación
Señor, aquí estoy delante de ti. Ayúdame a tomar conciencia viva de que tú estás conmigo siempre. Esté donde esté, tu presencia amorosa me envuelve. Dame tu gracia para que este rato de oración me sea provechoso. Que vea claro qué quieres de mí. Dame un corazón nuevo, que me guíe por tus caminos de amor. Me pongo en tus manos, Señor. Soy todo tuyo. Haz de mí lo que tú quieras. Amén.
Ahora lee despacio la Palabra de Dios y las reflexiones que se proponen. Déjate empapar de la Palabra de Dios. Si con un punto de reflexión te basta, quédate ahí, no prosigas.
2. La palabra de Dios
En aquel tiempo, al llegar a la región de Cesarea de Filipo Jesús preguntó a sus discípulos: "¿Quién dice la gente que es el Hijo del hombre?" Ellos contestaron: "Unos que Juan Bautista, otros que Elías, otros que Jeremías o uno de los profetas." Él les preguntó: "Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?" Simón Pedro tomó la palabra y dijo: "Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo." Jesús le respondió: "¡Dichoso tú, Simón, hijo de Jonás!, porque eso no te lo ha revelado nadie de carne y hueso, sino mi Padre que está en el cielo. Ahora te digo yo: Tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y el poder del infierno no la derrotará. Te daré las llaves del reino de los cielos; lo que ates en la tierra quedará atado en el cielo, y lo que desates en la tierra quedará desatado en el cielo." ( Mateo 16:13-19). 1. Nuestra fe es la fe de los Apóstoles, la que ellos nos entregaron. Ellos creyeron en Cristo, abrieron su corazón a la Palabra y a la Persona de Jesús, le siguieron y, después, cumplieron el encargo que él les dio: “Como el Padre me ha enviado así os envío yo… Id por todo el mundo y predicad el Evangelio a toda criatura…” Y porque ellos fueron fieles a ese encargo y dieron siempre testimonio de Jesús, aun en medio crueles persecuciones, el evangelio de Jesús ha llegado hasta nosotros. Nosotros hoy debemos sentirnos interpelados por la vida y el testimonio de los Apóstoles y preguntarnos qué hacemos con nuestra fe. ¿Damos testimonio valiente de ella? 2. Hoy la liturgia nos presenta a dos de estos hombres que fueron fieles al Señor, a Pedro y Pablo. Dos grandes apóstoles. Pero dos hombres débiles y pecadores, como cualquiera de nosotros. Pedro fue el que confesó que Jesús era el Mesías, el Hijo de Dios. Y el que –en otra ocasión-, en arrebato de entusiasmo, dijo a Jesús que, aunque todos los demás le negaran, él no lo haría. Y poco después, cuando le preguntan si es discípulo suyo, sintió miedo y dijo que ni lo conocía. Y Pablo comenzó siendo un furibundo perseguidor de los cristianos, de modo que, cuando apedreaban a Esteban, él guardaba las capas de los apedreadores. Dos hombres, Señor, que no fueron intachables. Dos pecadores. Pero dos pecadores que confiaron en tu amor y misericordia. Que se sintieron mirados con amor y perdonados por ti, Señor. Y que, levantados de su pecado, se entregaron totalmente a ti, y sin descanso -y con el entusiasmo y la convicción del que “ha gustado” tu amor- lo proclamaron por todas partes hasta sufrir martirio por ti. Señor, yo también te he traicionado y he pecado contra ti; y también me he sentido mirado por amor y perdonado por ti. En esto, Señor, me asemejo a Pedro y Pablo. Pero ¡qué lejos me veo de asemejarme a su entrega y entusiasmo por ti y por tu evangelio! ¿Hasta cuándo, Señor, esta ingratitud mía? Señor, te misericordia de mí. 3. De los Apóstoles, a través de generaciones y generaciones, ha llegado a nosotros el mensaje de Jesús. Y, a través de nosotros, debe llegar a los hombres de esta generación. Ahora somos nosotros los “enviados”, los “apóstoles.” El Vaticano II dice: “La Iglesia ha nacido con este fin: propagar el Reino de Cristo en toda la tierra para gloria de Dios Padre y hacer así a todos los hombres participes de la redención salvadora.” (AA 2). Y esto ha de realizarlo “por medio de todos sus miembros…”, de todos los bautizados. Cuando vemos que el mundo se descristianiza, que el ateísmo y el materialismo lo invade todo, ¿no será que el mensaje de amor de Jesús no es vivido y proclamado por los encargados de hacerlo? Y si no es proclamado ni vivido, ¿cómo lo van a conocer? Y si no lo conocen, ¿cómo van a entusiasmarse con él, y cómo van a sentirse llamados a creer en Jesús, el Salvador? Señor Jesús, que tu amor no nos deje “sestear” más, que nos empuje a proclamar y vivir tu evangelio con el ardor de Pedro y de Pablo... Santos Pedro y Pablo, hoy, en el día de vuestra fiesta, rogad por nosotros.
3. Diálogo con Dios
A la luz de esta Palabra y estas reflexiones, pregúntate qué te pide el Señor... Háblale como a un amigo. Pídele perdón, dale gracias. … Escucha en tu corazón qué te dice el Señor. Pide que te ayude para poder llevar a la práctica los deseos que han surgido en tu corazón.
29/06/2008
Artículos de "Al hilo de la vida y de mis reflexiones"
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