25 de julio – Santiago Apóstol
Por Jesús Aniorte
1. Preparación
Señor, aquí estoy delante de ti. Ayúdame a tomar conciencia viva de que tú estás conmigo siempre. Esté donde esté, tu presencia amorosa me envuelve. Dame tu gracia para que este rato de oración me sea provechoso. Que vea claro qué quieres de mí. Dame un corazón nuevo, que me guíe por tus caminos de amor. Me pongo en tus manos, Señor. Soy todo tuyo. Haz de mí lo que tú quieras. Amén.
Ahora lee despacio la Palabra de Dios y las reflexiones que se proponen. Déjate empapar de la Palabra de Dios. Si con un punto de reflexión te basta, quédate ahí, no prosigas.
2. La palabra de Dios
En aquel tiempo, se acercó a Jesús la madre de los Zebedeos con sus hijos y se postró para hacerle una petición. Él le preguntó: "¿Qué deseas?" Ella contestó: "Ordena que estos dos hijos míos se sienten en tu reino, uno a tu derecha y el otro a tu izquierda." Pero Jesús replicó: "No sabéis lo que pedís. ¿Sois capaces de beber el cáliz que yo he de beber?" Contestaron: "Lo somos." Él les dijo: "Mi cáliz lo beberéis; pero el puesto a mi derecha o a mi izquierda no me toca a mí concederlo, es para aquellos para quienes lo tiene reservado mi Padre." Los otros diez, que lo habían oído, se indignaron contra los dos hermanos. Pero Jesús, reuniéndolos, les dijo: "Sabéis que los jefes de los pueblos los tiranizan y que los grandes los oprimen. No será así entre vosotros: el que quiera ser grande entre vosotros, que sea vuestro servidor, y el que quiera ser primero entre vosotros, que sea vuestro esclavo. Igual que el Hijo del hombre no ha venido para que le sirvan, sino para servir y dar su vida en rescate por muchos." (Mt 20, 20.28) 1. Ser importante es una aspiración profundamente sentida por la persona humana. Y para satisfacer esa necesidad se procura ser poderoso y ocupar puestos importantes… Nosotros ¿cómo buscamos satisfacer esta necesidad? Es bueno preguntárnoslo hoy ante al evangelio de esta fiesta de Santiago. A los discípulos Jesús les había dicho, por tres veces, que subía a Jerusalén para ser entregado en manos de los judíos, que lo crucificarían, perol resucitaría al tercer día. Y a la madre de los Zebedeos –Santiago y Juan- no se le ocurre otra cosa que pedir para sus hijos los primeros puestos en el reino de Jesús: "Señor, ordena que estos dos hijos míos se sienten en tu reino, uno a tu derecha y el otro a tu izquierda." ¡Qué tristeza debiste sentir, Señor! Por más que les digas, no acaban de entender el sentido de tu subida a Jerusalén: Tú subes a la entrega y a la humillación, ¡y ellos siguen pensando en un triunfo terreno, y en participar de ese triunfo ocupando los primeros puestos en tu reino! Aunque ¿puedo yo criticar a los Zebedeos? ¿No ambiciono lo mismo? Señor, ¿cuándo comprenderé tu mensaje de amor y entrega? 2. A la ambición de los Zebedeos Jesús les responde:”No sabéis lo que pedís. ¿Sois capaces de beber el cáliz que yo he de beber?” Y lo mismo nos dice a nosotros ante nuestras ambiciones. Porque para participar del reino de Jesús, hay que “beber el cáliz” que él bebió, es decir, seguir su camino de humillación, participando en su pasión y muerte. Y lo olvidamos, como lo olvidaban los Zebedeos. A ellos se lo había dicho Jesús, pero no terminaban de entenderlo. Por eso ambicionan los primeros puestos, y los otros diez se enfadan. Sólo a la luz de la resurrección de Jesús comprenderán que, en el reino de Jesús, al triunfo se llega dando la vida. Entonces sí dirán al Sumo Sacerdote y al Sanedrín: “Hay que obedecer a Dios antes que los hombres”. Y por obedecer a Dios, y seguir dando testimonio de la resurrección del Señor, “Herodes hizo pasar a cuchillo a Santiago, hermano de Juan”. (Hechos 1ª lect.). Así “bebió el cáliz” del Señor Santiago. Yo, Señor, he escuchado también muchas veces que tu camino es de humildad, de entrega y de muerte. Sin embargo, sigo pensando y actuando como piensa y actúa el mundo. Cambia, Señor, mi modo de pensar, para que cambie mi modo de actuar. 3. Ante la ambición de unos y otros, Jesús les dice: “Sabéis que los jefes de los pueblos los tiranizan y que los grandes los oprimen. No será así entre vosotros: El que quiera ser grande entre vosotros, que sea vuestro servidor, y el que quiera ser primero entre vosotros, que sea vuestro esclavo”. Este es el camino para llenar nuestra ambición de ser importantes y ser valorados en el reino de Cristo: para ser primero, ser el último; para ser grande, servir; para ser señor, hacerse esclavo. ¡Cómo repugnan, Señor, estos criterios a nuestro orgullo! Pero fueron los que rigieron tu vida y tu actuación: “Igual que el Hijo del hombre no ha venido para que le sirvan, sino para servir y dar su vida en rescate por muchos”. Señor, al pobre Santiago le costó entender esto, pero lo entendió y lo vivió. Por su intercesión haznos comprender hoy que los tuyos, hemos de ser, como tú: los-que-sirven-hasta–dar-la-vida.
3. Diálogo con Dios
A la luz de esta Palabra y estas reflexiones, pregúntate qué te pide el Señor... Háblale como a un amigo. Pídele perdón, dale gracias. … Escucha en tu corazón qué te dice el Señor. Pide que te ayude para poder llevar a la práctica los deseos que han surgido en tu corazón.
25/07/2011
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