Domingo 29º del Tiempo Ordinario

Paso la palabra. Para meditar cada día
Domingo 29º del Tiempo Ordinario
Por Jesús Aniorte

1. Preparación

Señor, aquí estoy delante de ti. Ayúdame a tomar conciencia viva de que tú estás conmigo siempre. Esté donde esté, tu presencia amorosa me envuelve. Dame tu gracia para que este rato de oración me sea provechoso. Que vea claro qué quieres de mí. Dame un corazón nuevo, que me guíe por tus caminos de amor. Me pongo en tus manos, Señor. Soy todo tuyo. Haz de mí lo que tú quieras. Amén.

Ahora lee despacio la Palabra de Dios y las reflexiones que se proponen. Déjate empapar de la Palabra de Dios. Si con un punto de reflexión te basta, quédate ahí, no prosigas.

2. La palabra de Dios

En aquel tiempo, Jesús, para explicar a los discípulos cómo tenían que orar siempre sin desanimarse, les propuso esta parábola: - Había un juez en una ciudad que ni temía a Dios ni le importaban los hombres. En la misma ciudad había una viuda que solía ir a decirle: «Hazme justicia frente a mi adversario»; por algún tiempo se negó, pero después se dijo: «Aunque ni temo a Dios ni me importan los hombres, como esa viuda me está fastidiando, le haré justicia, no vaya a acabar pegándome en la cara». Y el Señor añadió: - Fijaos en lo que dice el juez injusto; pues Dios ¿no hará justicia a sus elegidos que le gritan día y noche?, ¿o les dará largas? Os digo que les hará justicia sin tardar. Pero cuando venga el Hijo del Hombre, ¿encontrará esta fe en la tierra? (Lucas 18,1-8).

1.       Hoy, de nuevo nos habla el Señor de la oración. Nos invita a orar sin desanimarnos, mediante una parábola  breve y sencilla de entender.  Dos personajes aparecen: Un juez  “que ni temía a Dios ni  le importan los hombres”, de modo que es sordo a la voz de Dios e indiferente al sufrimiento de las personas. El otro personaje es una viuda,  que vive en el desamparo total. Las viudas -con los huérfanos y los extranjeros- son, en la Biblia,  el símbolo de lo más indefenso. La viuda acude al juez pidiendo justicia contra su enemigo. El juez, al principio, ni caso. Pero, la mujer insistió e insistió,  hasta que el juez cedió, no tanto por compasión, cuanto para que lo deje tranquilo.  Y Jesús concluye: Si hasta un hombre malvado es vencido por el ruego insistente de una mujer  “Dios, ¿no hará justicia a sus elegidos que le gritan día y noche?; ¿o les dará largas? Os digo que les hará justicia sin tardar.”

2.      El mensaje de Jesús es claro: Dios nos quiere, no estamos abandonados de él. El es nuestro Padre y nos ama con entrañas de misericordia y bondad y se ocupa de sus hijos,  -especialmente, de los más débiles, de los que son atropellados por los poderosos-. Y cuando acudimos a él con nuestras necesidades, él siempre responde.  Pero ¿y nosotros? La parábola termina con una pregunta realmente inquietante: “cuando venga el Hijo del Hombre, ¿encontrará esta fe en la tierra?". Porque de esto se trata: de que nuestra fe sea firme. De creer con firmeza. De orar perseverantemente, porque confiamos que, aun en los momentos más complicados, él estará a nuestro favor. Yo no sé, Señor,  si un juez  “sin Dios” y “sin entrañas”, como el de la parábola, me atendería, aunque insistiera  e insistiera. Pero de ti, Padre, no lo dudo. ¿Cómo podré dudar si nos has amado tanto que nos entregaste a tu a tu Hijo, para que tengamos vida eterna?

3.      A veces, algunos dicen: Insistir en la oración ¿para qué? He orado muchas veces insistentemente y nada he conseguido. Pedí la salud de una persona querida, y esa persona falleció; pedí que mi hijo aprobara la oposición, y mi hijo suspendió... y desgranan una larga serie de “fracasos” de su oración. Y concluyen: la oración es inútil; no sirve para nada. De alguna manera es así, la oración es “inútil”. Pero, ¡qué difícil es medir la utilidad de muchas cosas que nos alivian la vida y nos hacen vivirla gozosamente, y nos hacen crecer en humanidad! Por ejemplo: el amor, la amistad, un abrazo cuando estoy hundido, un rato escuchando a un amigo que siente que la pena le ahoga, etc. ¿Es “inútil” todo esto, no valen la pena? ¿Y cómo medir su utilidad? Por eso, ¡craso error medir la utilidad de la oración por las veces que hemos conseguido exactamente lo que hemos pedido! Julien Green decía que “el objetivo de la oración no es conseguir lo que hemos pedido, sino hacernos distintos.” Y ¿quién que haya orado sinceramente no se ha sentido cambiado de alguna manera y vuelve de la oración mirando las cosas, los problemas, a Dios y a las personas con ojos distintos? ¿Y esto es “inútil”, no vale la pena? Señor, haz que descubramos el gusto de la oración, que descubramos que la oración es la llave que abre el arca de todos tus  tesoros. 

3. Diálogo con Dios

A la luz de esta Palabra y estas reflexiones, pregúntate qué te pide el Señor... Háblale como a un amigo. Pídele perdón, dale gracias. … Escucha en tu corazón qué te dice el Señor. Pide que te ayude para poder llevar a la práctica los deseos que han surgido en tu corazón.

17/10/2010


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