LOS PRIMEROS SERVICIOS DE LA GUARDIA MUNICIPAL
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Esta Guardia Municipal fue en sus inicios un apoyo fundamental no sólo para que las disposiciones municipales (Ordenanzas de diversa índole) fueran cumplidas por loS ciudadanos murcianos, también fue una fuerza más con la que contar en caso de grandes desgracias y catástrofes, que por desgracia con tanta frecuencia asolaban la ciudad de Murcia. Pruebas de fuego para estos hombres voluntariosos, que con afán y empeño se ponían cada día el uniforme, fueron sin duda las grandes epidemias del cólera morbo que azotaron la ciudad durante años en la segunda mitad del XIX (Octubre de 1854, Agosto de 1859, Agosto de 1865,...). Estas epidemias ocasionaron cientos de muertos yen la mayoría de las ocasiones el Alcalde y loS concejales del Ayuntamiento emigraban a zonas despobladas para evitar loS contagios y el riesgo de que la ciudadanía quedara sin gobierno alguno; numerosos periódicos de la época, como “La Paz de Murcia" o "El Diario de Murcia", citan estas migraciones de personalidades y destacan que loS guardias quedaban cuidando de repartir loS víveres donados por centros de beneficencia entre loS menesterosos.
Prueba de la constancia y servicio a los vecinos por parte de la Guardia Municipal es la muerte de su Sargento Jefe D. Mariano Manzano, víctima de una de estas epidemias en octubre de 1854, apenas dos meses después de tomar posesión de su cargo.
Pero, sin duda alguna, la mayor catástrofe a la que el Cuerpo de Guardia Municipal tuvo que hacer frente fue la famosa y trágica riada de Santa Teresa, producida el 15 de Octubre de 1879. Esta avenida de los ríos Segura y Reguerón ocasionó la muerte de cientos de murcianos y en el mejor de los casos el destrozo de sus viviendas. Fue tal la desgracia que ni la Guardia Civil, ni los bomberos, ni la Guardia Municipal pudo hacer frente a la situación y tuvo que ser movilizado el ejército. De la ciudad de Murcia partían cada día tartanas cargadas con miembros de la benemérita y de la propia Guardia Municipal con el fin de rescatar a los huerta nos que aún quedaran vivos y de encontrar a los muertos. También se llevaban en esas tartanas víveres, como pan y leche, para los damnificados. El periódico el Diario de Murcia, del jueves 16 de Octubre de 1879, dedica su tirada a narrar el trágico suceso.
Pero, además de desarrollar un trabajo digno de admiración en este tipo de acontecimientos, la Guardia Municipal, por su capacidad de adaptación para atender las demandas del municipio que siempre le ha caracterizado, llevaba a cabo otros servicios que. aunque no fueran tan reconocidos, sí que eran de un gran alcance para el beneficio de la sociedad. Así, en numerosos artículos de la prensa consultada desde 1879 hasta 1939 (El Diario de Murcia y El Liberal), hemos podido comprobar como los guardias de la época ponían un especial empeño, no sólo en perseguir a los llamados "rateros" (palabra empleada en esas fechas para definir a los amigos de lo ajeno) a los que en muchas ocasiones daban caza, sino que se hicieron respetar en los puestos de venta de carnes, pescados, pan y otros productos alimenticios de primera necesidad a cuyos propietarios denunciaron una y otra vez con el fin de que no estafaran al público con los pesos y medidas, hecho que era muy común en esas fechas (Diario de Murcia 21-06-1879; El Liberal 06-06-1911; El Liberal 21-03-1912; El Liberal 17-07-1913). En este sentido se hicieron campañas por los mercados de abastos de la ciudad para erradicar estas conductas delictivas; campañas en las que en ocasiones el guardia iba acompañado por sus jefes del Cuerpo y políticos. Así mismo, también controlaban los mataderos clandestinos que en ocasiones llegaban a poner a la venta carnes en mal estado, incluso algunas en estado de descomposición, como refleja el artículo publicado en el Diario de Murcia del 14 de Noviembre de 1890, donde se felicita al Jefe de la Guardia Municipal D. Pedro Molina por el decomiso de un cerdo muerto de enfermedad cuyo propietario quería vender como carne picada para embutido. Esta labor se llevó a cabo durante muchos años y muestra de ello es la publicación de El Liberal. con fecha de 10 de Mayo de 1911, donde se felicita al Jefe de la Guardia Municipal Sr. Campoy, por llevar a cabo una campaña de decomisos de pan en las plazas de Murcia donde se vendía, con estafa en el peso. La sanidad y la higiene era un asunto que preocupaba profundamente a las autoridades municipales y por ello ponían especial empeño los que simbolizaban su autoridad en la calle (la Guardia Municipal), haciendo batidas en pro de la salud y la higiene en los barrios, puesto que existía entre la población un miedo más que razonable a las epidemias. El 29 de Junio de 1912 le tocó al Barrio de San Antolín, donde, según El Liberal, se pusieron denuncias por cría de animales en las viviendas, acumulación de basuras en los patios, letrinas llenas que emanaban fuertes olores,...Labor digna de elogiar, pues, gracias a las numerosas intervenciones que se llevaban a cabo en la ciudad en este sentido, se pudieron evitar focos de infección que, a buen seguro. hubieran ocasionado más de una epidemia.
Más tardíamente también se llevaron a cabo otras campañas dirigidas a controlar la venta de leche adulterada (mezclada con agua) que se llevaba a cabo en los terribles años de la Guerra Civil, hecho que queda constatado en un artículo de El Liberal fechado el 05-11-1938. Son numerosos los artículos de los periódicos El Diario de Murcia y El Liberal que daban a conocer las continuas campañas que, a favor de la higiene y salubridad de la ciudad, efectuaba la guardia municipal, así como los decomisos y denuncias que se realizaban en plazas y puestos de venta ambulante. En todos ellos siempre aparecían unas palabras de elogio hacia el Cuerpo de la guardia municipal por el celo que ponían en desempeñar estos "controles" a los estafadores que, con sus pesos trucados, engañaban vilmente a sus clientes, y por su contribución al mantenimiento de la higiene en la ciudad. Recordemos que en aquellos años (finales del XIX y principios del XX) no existía en la ciudad de Murcia una red de alcantarillado sino pozos ciegos y que era costumbre de los ciudadanos arrojar las aguas sucias a la calle y efectuar limpiezas de letrinas y pozos sin autorización alguna; también existía la costumbre de acumular basuras en patios y aceras.
Todas estas costumbres urbanas, que ocasionaban un deterioro de la ciudad, fueron poco a poco erradicadas de la ciudad gracias a los guardias que miraban con especial atención el cumplimiento del entonces llamado Bando de Buen Gobierno, donde se recogía la normativa vigente en el municipio sobre estas cuestiones. En un artículo de la edición de El Liberal de fecha 29 de Abril de 1916, el periodista comenta el informe ofrecido por la guardia municipal sobre el estado de las calles de la ciudad de Murcia, que no puede ser más deshonroso; el título de este artículo lo dice todo "Murcia, un aduar moro", haciendo referencia a las malas condiciones de salubridad que tenían las ciudades de Marruecos y lo mucho que se les asemejaban las de Murcia.
Los guardias eran auténticos policías de barrio que todo lo conocían y todo lo sabían; ponían en conocimiento del Ayuntamiento todas las faltas que observaban en las calles, desde un farol averiado (entonces funcionaban con petróleo y eran encendidos por faroleros) hasta la cornisa de un balcón que amenazaba con desprenderse o una casa en estado de ruina (Diario de Murcia 21-Abril-1891, El Liberal 6-Junio-1911). Pero también arriesgaban en ocasiones sus vidas, haciendo de intermediarios en las numerosas riñas que se producían en la ciudad, donde en la mayoría de los casos se echaba mano de navajas e incluso de armas de fuego muy comunes en esa época, como muestra la abundancia de decomisos de loS que se hacía eco la prensa en sus apartados dedicados a Notas Municipales (Diario de Murcia 7-12-1881, cuando un guardia municipal fue herido en la mano por una bala al intervenir en una riña entre doce gitanos en el Puente Viejo; Diario de Murcia 6-03-1885, donde se elogia la labor de decomiso de armas de la Guardia Municipal; Diario de Murcia 10-04-1891, en el que se da cuenta de otra riña con arma de fuego y navaja, donde se evitó una desgracia gracias a la intervención de un guardia municipal que, sable en mano, acudió presto al lugar; Diario de Murcia 3-05-1895, en el que, tras la intervención de un guardia en una riña de la que resulta mal parado con dos tiros en el cuello, se apela a las autoridades municipales para que doten de más autoridad a sus guardias y puedan hacerse respetar tanto como lo hace la Guardia Civil).
Cómo no hacer aquí una referencia a una de las labores por las que hoy día más se identifica a la Policía Municipal, que no es otra que la relacionada con el tráfico y con las incomprendidas multas de tráfico. Sí, tristemente es así: "Ios municipales son aquellos que están ahí para ponerme una multa cuando llevo prisa..."; la Policía Municipal podrá realizar muchos servicios en beneficio de la comunidad; pero basta con que se sancione una mala conducta a un ciudadano para que olvide que el día anterior eliminó su problema de basuras en la esquina, o ayudó a su pequeña a cruzar la calle 0, simplemente, le informó de dónde se encuentra determinada calle. Esta labor de la Policía Municipal de sancionar las infracciones relacionadas con el tráfico se remontan a la época de los carros, tartanas y caballerías. Murcia, hasta bien entrado el siglo XX, era una ciudad transitada por cientos de carros y carretas; la regulación de este tráfico rodado por el ayuntamiento no se hizo esperar y pronto los guardias municipales comenzaron a emplearse a fondo para atajar problemas relacionados con los estacionamientos de las llamadas tartanas o galeras (antiguos taxis) en sitios inadecuados, con las altas velocidades que llevaban algunas caballerías y carruajes que ocasionaban más de un atropello, o, incluso, con aquellos que osaban entrar en la ciudad con los faroles de los carros apagados. Son muchas las referencias a este respecto que se han encontrado en la hemeroteca municipal donde, día a día, se daba cuenta a los lectores de las denuncias puestas por infracciones a la buena conducta en el tránsito de carros y carruajes. De hecho, en el periódico El Liberal existía un apartado destinado en exclusiva a exponer el número de denuncias diarias, los motivos de éstas y los guardias que las pusieron ( Diario de Murcia 21-04-1891; El Liberal 06-06-1911; El Liberal 19-12-1938). Infracciones comunes recogidas cada día en los periódicos eran las de circular los carros y bicicletas sin luz durante la noche, circular en sentido contrario, circular con exceso de velocidad (como por entonces no había radar, los guardias medían el exceso de velocidad acogiéndose a la normativa municipal donde se decía que el paso obligado por las calles de cualquier vehículo sería el trote, es decir, que todo vehículo que superara la velocidad del trote del caballo sería sancionado); también se sancionaban por entonces el abandono de vehículos en la vía pública yel circular las bicicletas, los carros y automóviles sin "tablilla" de matrícula.
También se controlaban los turismos que circulaban con el escape libre, los estacionamientos y circulación por las aceras Y. en definitiva, infracciones que hoy en día siguen siendo objeto de sanción (exceptuando el circular sin matrícula en la bicicleta, ¡que ya son muchas para andar matriculándolas!). Después de la Guerra Civil y el comienzo del régimen franquista El Liberal dejó de publicarse y, por tanto, el apartado destinado a las denuncias que efectuaba la Guardia Municipal deja de aparecer en la prensa, quedando recogido en los Boletines de información que publicaba el Régimen ya los que la gran mayoría de la población no tenía tan fácil acceso como si de prensa se tratase.
Otros hechos trascendentales para la ciudad de Murcia en los que la Guardia Municipal participó activamente fueron: La visita de la Reina Isabel II a la ciudad con motivo de dos inauguraciones, la del Ferrocarril Cartagena- Murcia-Madrid y la del antiguo Teatro de los Infantes (hoy llamado de Julián Romea), visita que tuvo lugar los días 25 y 26 de Octubre de 1862; los incendios que destruyeron en dos ocasiones el Teatro de Romea en febrero de 1877 y, también, en febrero de 1899, este último con un fallecido; la inauguración de los tranvías en Murcia, con presencia de altas personalidades del momento, el 14 de Marzo de 1902; y, por último, destacar los acontecimientos celebrados con motivo del nombramiento y coronación de la Virgen de la Fuensanta como Patrona de la ciudad de Murcia, los días 24 y 25 de Abril de 1927, que dio lugar a la asistencia de altos cargos militares y políticos del momento, además de los miles de murcianos de todos los rincones que siguieron a la comitiva en toda su procesión por la ciudad. En este último acontecimiento la Guardia Municipal se empleó a fondo en colaboración con la Guardia Civil para cumplir un bando de Alcaldía, donde se restringía el tráfico rodado y de caballerías por todo el recorrido de la comitiva. Ya por entonces las autoridades que seguían a la Virgen iban escoltadas por los famosos "maceros" del Ayuntamiento, que hoy en día podemos ver en las Romerías que la Patrona hace a nuestra ciudad y otros actos importantes celebrados en el Consistorio.
No ha de terminar este apartado sin hacer referencia a un Romance popular murciano agraciado con el premio otorgado por el periódico "La Enseñanza Católica" y dedicado al archivero municipal y director del periódico "El Diario de Murcia'.. Su título es El Basurero y fue publicado el día 6 de Junio de 1891, siendo su autor José Miguel Pastor; hace referencia en una de sus estrofas a uno de los miembros del Cuerpo de la Guardia Municipal:
"...Coje la mejor basura,
mas jay! que su grande celo
le ha cegado de tal modo,
le ha llevado al extrema
de escarbar algo en las calles,
pues sabe que es muy regüeno
el polvo que en ellas hay
mezclado con el estiércol;
y un día que con la azaiquia
hacia un hoyo ú agujero
en la calle de la Cieca,
como llovido del cielo
un guardia municipal
azul, dorao, verdinegro
se aparece ¡que terror!
¡qué sobresalto! ¡qué miedo
Queóse patidifuso,
Turullato se queó al vello,
Estatuao en la postura,
clavá la vista en el suelo,
diciendo: -trágame tierra-
y conteniendo el resuello.
Le precia el municipal
lo menos de veinte metros,
con un sabre de á mil palmos
y una variquia de fresno
con la que saludó
diciéndole al mesmo tiempo.
Ya te cogí, gran pillete,
á la posada agoa mesmo
á depositar la burra
echa delante, pilluelo;
te cayó la lotería,
te cogió el Ayuntamiento,
no te salva de la multa
que te ponen al momento,
ni el mismo Perús de malas
que interpongas por empeño.
El probe á mó ade máquina
camina hecho un madaleno
con la boca muy abierta,
sus ojos dos arroyuelos
y para colmo de males
y estar asqueroso y feo,
ó se lo dejo olvidao
ó se le perdio el moquero.
Renuncio á seguir contando
los angores y aperreos
que pasó el probe muchacho
en aquel trance funesto,
los pasos que dio su paere
para recoger empeños
personas que se tiraron,
y aldabas á que acudieron,
hasta que a la multa impuesta
lograron hallar relevo... "
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En este romance popular podemos ver cómo la presencia de un guardia municipal era para algunas personas cosa de sobresalto. Quedan reflejadas igualmente las vestiduras y armas que portaban (el sable y la vara de fresno). Así pues, tenemos aquí un reflejo popular de la visión que el pueblo llano murciano tenía de los Guardias Municipales.
HISTORIA POLICIA LOCAL MURCIA - 150 años a tu servicio 1854-2004
INTRODUCCIÓN
VESTIGIOS MEDIEVALES
EL ORDEN PÚBLICO EN LA PRIMERA MITAD DEL S. XIX
LA CREACIÓN DE LA GUARDIA MUNICIPAL
LOS PRIMEROS SERVICIOS DE LA GUARDIA MUNICIPAL
El REGLAMENTO DE 26 DE MARZO DE 1909
HACIA UNA POLICÍA MODERNA
LA POLICÍA MUNICIPAL DESDE LA CONSTITUCIÓN DE 1978
LA POLICÍA LOCAL DE MURCIA HOY
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