Lunes Santo
Por Jesús Aniorte
1. Preparación
Señor, aquí estoy delante de ti. Ayúdame a tomar conciencia viva de que tú estás conmigo siempre. Esté donde esté, tu presencia amorosa me envuelve. Dame tu gracia para que este rato de oración me sea provechoso. Que vea claro qué quieres de mí. Dame un corazón nuevo, que me guíe por tus caminos de amor. Me pongo en tus manos, Señor. Soy todo tuyo. Haz de mí lo que tú quieras. Amén.
Ahora lee despacio la Palabra de Dios y las reflexiones que se proponen. Déjate empapar de la Palabra de Dios. Si con un punto de reflexión te basta, quédate ahí, no prosigas.
2. La palabra de Dios
Seis días antes de la Pascua, fue Jesús a Betania, donde vivía Lázaro, a quien había resucitado de entre los muertos. Allí le ofrecieron una cena; Marta servía, y Lázaro era uno de los que estaban con él a la mesa. María tomó una libra de perfume de nardo, auténtico y costoso, le ungió a Jesús los pies y se los enjugó con su cabellera. Y la casa se llenó de la fragancia del perfume. Judas Iscariote, uno de sus discípulos, el que lo iba a entregar, dice: - ¿Por qué no se ha vendido este perfume por trescientos denarios para dárselos a los pobres? Esto lo dijo, no porque le importasen los pobres, sino porque era un ladrón; y como tenía la bolsa llevaba lo que iban echando. Jesús dijo: - Déjala; lo tenía guardado para el día de mi sepultura; porque a los pobres los tenéis siempre con vosotros, pero a mí no siempre me tenéis. Una muchedumbre de judíos se enteró de que estaba allí y fueron, no sólo por Jesús, sino también para ver a Lázaro, al que había resucitado de entre los muertos. Los sumos sacerdotes decidieron matar también a Lázaro, porque muchos judíos, por su causa, se les iban y creían en Jesús. ( Juan 12,1-11) 1. Estamos entrando en la semana Santa. Hoy vemos a Jesús que visita a sus amigos de Betania, que lo reciben con gozo y lo invitan a cenar. En la misma mesa, con Jesús, están María y Judas. Dos personas y dos actitudes ante Jesús: el amor y el desamor, la fidelidad y la traición. A María la vemos amar y adorar: “María tomó una libra de perfume de nardo, auténtico y costoso, le ungió a Jesús los pies y se los enjugó con su cabellera.” Y con el perfume de nardo, muy caro, María entrega su inmenso amor a Jesús; ungiendo sus pies y secándoselos con sus cabellos, María –como hará Jesús el jueves santo, lavando los pies de los discípulos- se hace servidora de Jesús. Judas no entiende ese gesto de amor, lo juzga un gasto inútil. ¿Cómo entender las cosas del amor, sin amor? Judas murmura: “¿Por qué no se ha vendido este perfume por trescientos denarios para dárselos a los pobres.” Pero “esto lo dijo, no porque le importasen los pobres, sino porque era un ladrón; y como tenía la bolsa llevaba lo que iban echando”. ¡Qué hipócrita Judas! Ama el dinero, no a los pobres. A los pobres los utiliza como coartada de su desamor y avaricia. Por dinero traicionará a Jesús y lo entregará a sus enemigos. Y al final, incapaz de esperar su perdón, se colgará de un olivo. 2. ¡Qué dos actitudes tan distintas, y qué dos finales tan diferentes! Judas llevaba conviviendo tres años con Jesús; pero el amor no había entrado en su corazón. María, en cambio, sólo había tenido algunos encuentros con él, y el amor al Maestro había invadido su corazón! Y es que no basta convivir para amar. Nosotros ¿en quién nos vemos reflejados más, en María o en Judas? El Señor nos ha elegido para ser sus amigos. ¿Nos hemos dejado ganar por su amor? Hoy él viene a nosotros –como fue a sus amigos de Betania- y quiere hospedarse en nuestra “casa”, acojámosle con gozo, y escuchémosle atentamente, como María… Señor, que mi “casa” –mi vida- esté siempre abierta para ti. Y si, al acogerte, mi amor es auténtico, entonces acogeré también a los que tú más amas: a los pobres. Al criticón y avaro Judas, le dijiste: “A los pobres los tenéis siempre con vosotros”. Pero ¿de qué nos sirve tenerlos “siempre con nosotros,” si, como a Judas, su presencia sólo nos sirve para criticar, hipócritamente, lo que hace “María”, es decir, lo que hacen los demás, sin que nosotros hagamos nada por ellos? Señor, que en el rostro de quienes sufren a nuestro alrededor, especialmente, en los más pobres y marginados, descubramos tu rostro 3. Ojalá, en estos días santos, dediquemos más tiempo a atender al Señor. Pongámonos a sus pies, para escucharle, adorarle y amarle. Derramemos a sus pies, el perfume de nuestro amor y nuestra entrega, y que el amor a Jesús nos lleve al amor al hermano, a abrir nuestras manos para compartir con ellos nuestros bienes propios, y no los ajenos, como quería Judas. Y pidamos al Señor con humildad ser fieles como María de Betania. Que no le abandonemos ni en los momentos de mayor dificultad. Pero, sobre todo, pidamos al Señor que, si alguna vez le traicionamos, nunca desconfiemos de su misericordia y perdón. Que recordemos que él siempre nos espera para decirnos que nos perdona y nos sigue amando. Que no le dejemos esperando, como Judas lo dejó.
3. Diálogo con Dios
A la luz de esta Palabra y estas reflexiones, pregúntate qué te pide el Señor... Háblale como a un amigo. Pídele perdón, dale gracias. … Escucha en tu corazón qué te dice el Señor. Pide que te ayude para poder llevar a la práctica los deseos que han surgido en tu corazón.
25/03/2013
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