Domingo 7º de Pascua - La Ascensión del Señor (A)
Por Jesús Aniorte
1. Preparación
Señor, aquí estoy delante de ti. Ayúdame a tomar conciencia viva de que tú estás conmigo siempre. Esté donde esté, tu presencia amorosa me envuelve. Dame tu gracia para que este rato de oración me sea provechoso. Que vea claro qué quieres de mí. Dame un corazón nuevo, que me guíe por tus caminos de amor. Me pongo en tus manos, Señor. Soy todo tuyo. Haz de mí lo que tú quieras. Amén.
Ahora lee despacio la Palabra de Dios y las reflexiones que se proponen. Déjate empapar de la Palabra de Dios. Si con un punto de reflexión te basta, quédate ahí, no prosigas.
2. La palabra de Dios
En aquel tiempo, los once discípulos se fueron a Galilea, al monte que Jesús les había indicado. Al verlo, ellos se postraron, pero algunos vacilaban. Acercándose a ellos, Jesús les dijo: “Se me ha dado pleno poder en el cielo y en la tierra. Id y haced discípulos de todos los pueblos bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo; y enseñándoles a guardar todo lo que os he mandado. Y sabed que yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo”. (San Mateo 28, 16-20) 1. La fiesta de la Ascensión viene a completar lo que ya estaba contenido en la Resurrección. Diríamos que en la Ascensión se culmina la pascua de Jesús, "el paso" de Jesús al Padre. Hoy se resalta de una manera especial este aspecto entrañable de la Pascua: Jesús vuelve al Padre, vuelve a su Abba. La justicia de los hombres condenó a Jesús, pero la justicia de Dios lo rehabilitó y lo exaltó, glorificándolo y constitu-yéndolo Señor. Hoy celebramos que Jesús, en quien creemos y a quien seguimos, ha entrado en la comunión perfecta con el Padre. Y esto debe ser para nosotros un motivo de gozo y de esperanza, porque vemos que un camino como el de Jesús -de obediencia al Padre, de servicio a los hombres, de hacerse el último, etc.- conduce a la glorificación, al triunfo, a participar de la vida plena de Dios. No es una vida que termina en la muerte. La muerte no es una puerta que se cierra, sino una puerta que se abre al abrazo del Padre, a la comunión de amor con Dios. Gracias, Señor Jesús, por haber abierto esa puerta también para nosotros. 2. Iñaki Beristain escribe: "Ese "subir" junto al Padre es la medida de la esperanza que se nos regala. La solemnidad de la Ascensión abre horizontes nuevos a nuestra historia personal, y abre horizontes nuevos a toda la historia de la Iglesia y del mundo. Jesús "subiendo" a la derecha del Padre es la altura de la dignidad a la que hemos sido subidos." Lo que se ha cumplido en Cristo, que es la cabeza de la Iglesia, se cumplirá en nosotros, sus miembros. Mejor diremos: ha comenzado a cumplirse ya. Porque con Jesús todos hemos sido ya exaltados. En Jesús todos hemos sido admitidos al abrazo con el Padre, a la comunión de amor con él. Por eso hoy oremos con la liturgia: “Concédenos, Señor, exultar de gozo y darte gracias…., porque la ascensión de Jesucristo, tu Hijo, es ya nuestra victoria, y donde nos ha precedido él que es nuestra cabeza, esperamos llegar también nosotros como miembros de su cuerpo.” 3. Pero la fiesta de hoy también nos dice que la glorificación de Jesús no supone un alejarse de los suyos, sino que simplemente ha comenzado a estar presente en medio de su comunidad con otra presencia: por medio de su Espíritu. El evangelio de Mateo no cuenta la ascensión de Jesús. Pero recoge un encargo y una promesa de Jesús. El encargo: “Id y haced discípulos de todos los pueblos…” A partir de este momento, la comunidad tomará conciencia de que su misión en el mundo será continuar la obra de Jesús, dando testimonio del amor de Dios como había hecho él, para que otros se hagan discípulos suyos y hagan lo que él hacía. Y la promesa: “Y sabed que yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo.” José A. Pagola comenta: "Este es el gran secreto que alimenta y sostiene al verdadero creyente: el poder contar con el Resucitado como compañero único de existencia. Día a día, él está con nosotros disipando las angustias de nuestro corazón y recordándonos que Dios es alguien próximo y cercano a cada uno de nosotros... El nos contagia la seguridad de que ningún dolor es irrevocable, ningún fracaso es absoluto, ningún pecado imperdonable, ninguna frustración decisiva." Señor, que –creyendo en tu promesa- siempre nos sintamos acompañados por ti; que sintamos que, aun en los momentos más oscuros, nunca estamos solos, tu amor nos acompaña. ¡Qué maravilloso!
3. Diálogo con Dios
A la luz de esta Palabra y estas reflexiones, pregúntate qué te pide el Señor... Háblale como a un amigo. Pídele perdón, dale gracias. … Escucha en tu corazón qué te dice el Señor. Pide que te ayude para poder llevar a la práctica los deseos que han surgido en tu corazón.
05/06/2011
Artículos de "Al hilo de la vida y de mis reflexiones"
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