2 de noviembre – Conmemoración de todos los Fieles Difuntos
Por Jesús Aniorte
1. Preparación
Señor, aquí estoy delante de ti. Ayúdame a tomar conciencia viva de que tú estás conmigo siempre. Esté donde esté, tu presencia amorosa me envuelve. Dame tu gracia para que este rato de oración me sea provechoso. Que vea claro qué quieres de mí. Dame un corazón nuevo, que me guíe por tus caminos de amor. Me pongo en tus manos, Señor. Soy todo tuyo. Haz de mí lo que tú quieras. Amén.
Ahora lee despacio la Palabra de Dios y las reflexiones que se proponen. Déjate empapar de la Palabra de Dios. Si con un punto de reflexión te basta, quédate ahí, no prosigas.
2. La palabra de Dios
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: -«Que no tiemble vuestro corazón; creed en Dios y creed también en mí. En la casa de mi Padre hay muchas estancias; si no fuera así; ¿os habría dicho que voy a prepararos sitio? Cuando vaya y os prepare sitio, volveré y os llevaré conmigo, para que donde estoy yo, estéis también vosotros. Y adonde yo voy, ya sabéis el camino. » Tomás le dice: -«Señor, no sabemos adónde vas, ¿cómo podemos saber el camino? Jesús le responde:-«Yo soy el camino, y la verdad, y la vida. Nadie va al Padre, sino por mí.» (Juan 14, 1-6). 1. Estas palabras las dice Jesús a los discípulos en el llamado “Discurso de despedida” de la última cena. Les había hablado de que su muerte estaba cercana: él se va al Padre. Este anuncio entristece a los discípulos. Y Jesús los consuela: no será una separación definitiva, él va al Padre para prepararles un lugar: “Cuando vaya y os prepare sitio, volveré y os llevaré conmigo, para que donde estoy yo, estéis también vosotros”. A los suyos los quiere con él. Palabras consoladoras éstas del Señor que escuchamos dichas a cada uno de nosotros en el día en que recordamos a nuestros seres queridos que se han ido de este mundo. En ellos ya ha cumplido el Señor su promesa: “volveré y os llevaré conmigo”. Nuestros difuntos están con el Señor, en la casa del Padre. No los hemos perdido, se nos han adelantado en ese encuentro con Dios en el amor, que es la muerte. Allí nos esperan y allí nos encontraremos con ellos. ¡Cuánta esperanza pone esta Palabra tuya, Señor, en nuestro corazón! Un día vendrás para abrazarnos, acogernos y llevarnos contigo a la casa del Padre. 2. Pero ese encuentro con el Señor hemos de prepararlo. El evangelio nos advierte muchas veces que hay que estar preparados para cuando el Señor vuelva. El poeta Rainer Mª Rilke rezaba: «Señor, da a cada uno la propia muerte, nacida de la propia vida». Y el mártir padre Maximiliano Kolbe decía que «la muerte no se improvisa. Se merece con toda la vida». Y no se prepara esperando pasivamente, como esperamos en la sala de espera al visitante. La vida es más que una espera, es un campo de trabajo -la viña- adonde el Señor nos ha enviado a trabajar, a vivir y extender su reino de amor, de servicio, de justicia, de paz, de misericordia... Hoy, recordando a los que se fueron y que el Señor vendrá para llevarnos también con él, pidamos que haga nacer en nuestro corazón unas ganas grandes de “trabajar”, sin pereza, en la “viña de la vida”. Señor, no sé los años que me restan de vida. Pero sé que se acabará. Haz que los viva en esperanza, sin angustias, y en plenitud de amor y entrega. Así, cuando vengas a buscarme, me encontrarás preparado. 3. Escribe L. Boff: “La muerte no es un fin-término sino un fin-meta alcanzada. La muerte es una verdadera Navidad, el momento en que se logra nacer definitivamente… Vamos naciendo cada día, poco a poco, hasta acabar de nacer. Y eso es lo que ocurre en la muerte.” Nuestra meta, pues, no es morir, sino vivir en el Señor. Hacia allá caminamos. Que este pensamiento nos anime en nuestro vivir diario. Estamos llamados a gozar de la fiesta del Reino, a vivir con el Padre. Mientras peregrinemos por este mundo, aprovechemos el regalo del tiempo. Y porque sabemos que se muere como se vive, pidamos al Señor la gracia de hacer de nuestra vida una constante entrega a su amor y al amor de los hermanos. Así, la muerte nos encontrará amando, y será para nosotros, como para Jesús, un “irnos al Padre.” Jorge Manrique escribió aquello de que «este mundo es el camino / para el otro que es morada -/ sin pesar. -/ Mas cumple tener buen tino / para andar esta jornada / sin errar». Señor, ilumíname para que tenga “buen tino” y no yerre en el camino que aun me queda por andar.
3. Diálogo con Dios
A la luz de esta Palabra y estas reflexiones, pregúntate qué te pide el Señor... Háblale como a un amigo. Pídele perdón, dale gracias. … Escucha en tu corazón qué te dice el Señor. Pide que te ayude para poder llevar a la práctica los deseos que han surgido en tu corazón.
02/11/2010
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