La autovía
Desde hace unos días, los totaneros ya pueden bajar al Puerto y darse un chapuzón en un tiempo récord gracias a la autovía que viene a sustituir a viejas y tortuosas carreteras que más que unir separaban a los pueblos de Mazarrón y Totana. Tradicionalmente, cubrir aquellos veintipocos kilómetros constituía poco menos que una aventura por parajes inhóspitos a partir de El Paretón, hasta que se divisaban las laderas minerales de agresivos colores y los restos de chimeneas de antiguos asentamientos mineros con los primeros efluvios de un aire salino que ya nos anunciaban la proximidad del mar. La estampa del coche de línea, con el recordado Nino de cobrador, dando tumbos por una geografía inhóspita, dura y castigada por una insolación impenitente, camino del Puerto, con la baca atestada de bultos y enseres, signos vitales de los veraneos marítimos de la época, ha quedado en mi memoria como paradigma de aquellos viajes de mi niñez ligada a ese litoral tan querido por los totaneros.
Como todas las obras de importancia, la autovía Totana-Mazarrón ha tenido junco y caña verde, dependiendo del punto de mira del enfoque, naturalmente. En palabras del presidente Valcárcel, la autovía se va a pagar a las dos empresas adjudicatarias por el “sistema alemán”. Y cuando pensamos que debería tratarse de algún ingrediente kantiano o hegeliano, en honor a estos grandes filósofos idealistas y germánicos, resulta que, sencillamente, el sistema es el del pago aplazado, o sea, fiado, que dicho de la otra manera queda mucho más fino y se sacude la ordinariez del término, que no parece de recibo que la derecha gobernante en la Región pague las carreteras al “te veré”.
El auténtico nudo gordiano de esta autovía, si nos atenemos a la polémica suscitada en Totana desde su alumbramiento, ha sido, por partida doble, la conexión de salida y parte del trazado. Y aquí entran ya los discursos y las refriegas políticas, aunque queda bastante claro que la autovía podía haber transcurrido por un itinerario más corto y menos costoso para el erario, pero al final, bendita casualidad, se ha elegido el que más favorece al desarrollo de las pretendidas urbanizaciones previstas en el Raiguero y Alcanara (propiedad de un ex alto cargo de la Administración, sic). O sea, que ha triunfado el ladrillo, normal por otro lado si pensamos que el Gobierno de la Región de Murcia ha resultado más ladrillero que la mismísima Mesopotamia, que ya es decir. Y hay que ser fiel a los principios, claro.
De este modo, se ha perdido la conexión desde el polígono industrial (que parecía lo más sensato, aparte de la oportunidad por el arranque del trazado) y no se han tenido en cuenta diversos tipos de explotaciones agrarias del valle del Guadalentín, importantes para nuestro desarrollo económico, como se hallan recogidas en alegaciones, protestas, manifestaciones… En fin, está lo que está y se han puesto paños fríos por la fiebre galopante del ladrillo que nos consume y representa hoy por hoy el refugio de nuestra economía. ¿Hasta cuando?
En cuanto a las manifestaciones de nuestras autoridades, habría que destacar la del alcalde de Totana en funciones, que, recurriendo al tópico de las inauguraciones (la consabida frase de una “decidida apuesta”, y tan decidida, puesto que ya está hecha) y a lo fácil con el tema del turismo, en todo caso será el turismo mazarronero el gran beneficiado, lo que también hemos de celebrar como buenos vecinos y amigos de toda la vida, así como sus tomates, que estarán veinte minutos antes en los mercados nacionales. En cuanto a los totaneros, pues sí, iremos más rápidos y seguros hacia el litoral y nos zambulliremos antes en las tranquilas aguas mediterráneas, y los guiris ganarán algo de tiempo en sus visitas a Totana y, una vez construida la Gran Guirilandia, nos invadirán desde tempranas horas para hacer sus colas para su asistencia ambulatoria y lo que haga falta.
El presidente de la Región de Murcia, menos tópico y algo más técnico, hablaba de esta autovía como un paso más dentro de la vertebración regional, a lo que habríamos de añadir que vertebración sobre todo para dotar de buenas comunicaciones a los guiris de las futuras urbanizaciones con dinero -aunque sea “fiao”- de todos los murcianos.
Ginés Rosa
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