Y ahora , ¿qué?
Se acabó una legislatura más y comenzó la cuenta hacia delante de una nueva tras la catarsis de inauguraciones, primeros y últimos ladrillos, meneo y fotos con asociaciones (las más rentables), con la guinda del convenio, más que urbanístico, arquitectónico pero convenio al fin y al cabo, de la torre de Santiago, colofón de unos meses preelectorales al mejor estilo botafumeiro programados como la maquinaria del mejor reloj suizo.
No tengo aquí delante los programas electorales –ni del partido ganador ni de los otros-, que no dudo contienen propuestas interesantes y necesarias para ir haciendo una Totana mejor desde muchos puntos de vista. Pero lo que siempre echo de menos es la propuesta de un gran plan, un plan estrella, diríamos, para poner en marcha de una vez un proyecto urbanístico para el centro de Totana. Un proyecto ambicioso, con visión de futuro, capaz de dotar a la ciudad de una nueva y atractiva imagen que nos haga olvidar tantas chapuzas y servidumbres interesadas que venimos soportando los totaneros desde siglos atrás.
Las grandes obras llevadas a cabo en el centro de Totana (la urbanización de la Balsa Vieja –un auténtico desastre, sin paliativos- y la canalización de la Rambla) no han resuelto ni de lejos las grandes expectativas que se abrían para el futuro de Totana. Sin duda aquí han intervenido la miopía, la falta de arrestos presupuestarios, la mediocridad de los equipos que trazaron los respectivos planes y ese deseo municipal de hacer cosas en el menor tiempo posible y como sea (como es el caso que nos ocupa), aunque el proyecto de la Balsa Vieja viene desde la segunda mitad del siglo XIX, por lo que el sentido de frustración también viene cargado de arrugas y de años.
Se cumplen ahora algo más de tres años de la aparición de mi artículo, en esta misma sección, Totana futurible en la primera fase, donde un servidor ya hablaba de un posible proyecto de cubrición de la Rambla, entre los puentes de los Frailes y del Pilar, para dotar a Totana de un espacio de paseo, recreo y servicios con muchas posibilidades para la ciudadanía. Incluso se proponía su posible cubrición aérea con un engranaje de toldos de corredera para ser utilizado durante el día en cualquier época del año, sistema que podemos ver en algunas ciudades levantinas, empezando por la mismísima Valencia.
Hoy, tras comprobar que pasan los años, las legislaturas en este caso, sin que se aborde ningún plan especial para el centro de nuestra ciudad, que está bien falto de un adecuado ordenamiento, con una plaza de la Constitución cada vez más solitaria, y una plaza de la Balsa Vieja catálogo de todas las cosas que no deben hacerse en una plaza en semejante ubicación con el gran escenario arquitectónico de fondo, hay que volver a insistir en este gran proyecto que habrá que dejar pendiente para un equipo de gobierno –el que sea- que tenga esa visión y esas ganas de llevar a cabo un gran plan integral para el centro de Totana, algo más que firmar convenios y preparar un magnífico programa de inauguraciones y actos de toda condición para abordar unas elecciones. Pero, ¡atención!, todo bajo control, no vaya a ser que nos coloquen otros kioscos de obra, más locales de innoble aspecto exterior, una horrenda piscina, otro centro de ocio estilo tercera edad, en fin, lo que todos conocemos y a la vista está. Y es que a los señores del urbanismo es preciso marcarlos de cerca, como en el fútbol, o atarles corto para que no se salgan del itinerario.
En Totana ya tenemos variante norte, autovía a Mazarrón (¿se imaginan los camiones del Bastito tardando veinte minutos en llegar a la playa con sus 40 bajo la lona?), polígono industrial con hoteles, polideportivos de toda estación y ciudad deportiva; un proyecto urbanístico para Las Cabezuelas, paraje arqueológico que ha sido declarado “suelo inadecuado” por el inefable Plan General de Ordenación Urbana y rechazada una propuesta para ser presentado como Bien de Interés Cultural (¡así nos luce el pelo!). También tenemos una rotonda que costó, como decía Churchill a los británicos, “sangre, sudor y lágrimas” (y bastantes más euros de la cuenta, tendría que decir el concejal de Hacienda), una estación nodal de transportes (tren y autobuses, a excepción de los coches Lorca-Murcia, declarados en rebeldía, ¿qué te parece?), un monasterio fantasma que sigue en sus trece, cumplidos ya sus tres añitos… Y muchas cosas más.
Por eso nos preguntamos nosotros: y ahora, ¿qué?
Ginés Rosa
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