¡A construir se ha dicho!
Antes de meternos en ladrillos, habría que hacer una salvedad de entrada, no vaya a ser que juzguen a uno de ir contra las corrientes naturales del progreso y la buena economía. Así que hecha la salvedad de que no estoy en contra del noble ejercicio de construir y mucho menos del esforzado colectivo de albañiles y lo que acarrea tras de sí, esto es, el negosi, el bisnes, vamos, la pela, aunque no comulgo con el nuevo sacramento de la especulación urbanística, que tantos devotos tiene en esta Región, ya puedo pasar a desarrollar el busilis de este artículo que se me viene al caletre nada más traspasar las elecciones.
Los rotundos e inequívocos resultados electorales de Totana dan a entender que los 60 convenios 60 urbanísticos aprobados de una tacada en un solo Pleno municipal (ese sí que es un récord para llevarlo con solemnidad y banda de cornetas y tambores al libro Guinness de los Records y no el roscón, que nos lo jorobaron los vascos y las vascas) tienen vía y autovía libre para establecer un idílico período de construcción. No seré yo el que cuestione el veredicto popular, puesto que ya lo canta Manolo Escobar cuando pontifica que el pueblo no se equivoca, y que entre tanto convenio no haya muchos a los que no se les deba poner reparos.
Lo que trasciende de esta cuestión es que el pueblo de Totana debe conocer con pelos y señales todos aquellos proyectos que en cierta medida afectarán a los equilibrios de la población, tales como usos del territorio, medio ambiente, servicios sociales, consumo de agua, aspectos culturales… Recordamos la explicación que en más de una ocasión nos ofreció el alcalde de Totana sobre este asunto de los convenios que tildamos de especulativos: “Esto es muy importante para Totana”, y adiós muy buenas. O sea, que la posibilidad de que Totana quintuplique su población en un futuro próximo, iniciando la carrera para convertirse en un municipio de 150.000 habitantes o los que resultaran (ahora vamos por 29.000 habitantes), con clarísima mayoría guiri, que en el correr de los años no la va a conocer ni la mismísima madre que la parió, no merece más explicaciones. Y ¿qué me cuentan de las 1.400 alegaciones presentadas al Plan General de Ordenación Urbana?
Me gustaría saber dónde están los estudios que avalan la necesidad o la viabilidad de esta masificación o superladrillazo de casas en serie o fotocopiadas que no obedece a una demanda objetiva interior, vamos, de los ciudadanos aborígenes, sino que primero se crea la oferta y después se busca la demanda entre los europeos del reuma y la artrosis de la Europa brumosa y protestante (nos van a jorobar hasta la unidad religiosa, ¡ay Dios!) y a los jóvenes totaneros que les vayan dando… las de protección oficial, que se cuentan con los dedos.
En Totana la demanda real es de viviendas de pura necesidad, sobre todo para los jóvenes, pero esa madera da poca viruta, así que eso no interesa. Resulta lamentable que se facilite por los poderes públicos recalificaciones para endulzarles la vida y la cuenta corriente, en primer lugar, a una serie de constructores que van diciendo que quieren hacer un nuevo pueblo en Totana (un disparate mayúsculo por donde se mire), y de otra a los que les importamos un pimiento y no tengan el más mínimo reparo y rubor en rompernos todos los equilibrios que han hecho de nosotros un pueblo singular y armonioso.
No cabe duda que la construcción es uno de los principales impulsores de nuestra economía y que en Totana adquiere una importancia estratégica. Otra cosa es la construcción desaforada, desproporcionada, inmoderada, intemperante, desenfrenada y desmandada -pueden elegir el adjetivo que más les plazca.- que se nos propone y es la que priva en nuestra querida España, esta España nuestra, que está amenazando los equilibrios que durante siglos han venido manteniendo nuestros pueblos y nuestros esquemas vitales, ahora amenazados por la real e inmisericorde especulación.
Eso es lo que aproximadamente nos aguarda tras esos proyectos sin pies ni cabeza pero con el riñón bien cubierto, que van desde Las Cabezuelas (en plena zona arqueológica, ¡toma protección!) a El Paretón (con un polémico tramo de autovía puesto a sus pies). Ahora queda más claro que nunca que el agua para todos es cada vez más agua para las urbanizaciones, principalmente.
Volveremos con nuestras llamadas de atención sobre la especulación inmobiliaria tantas veces como sea posible. Mientras tanto, ¡a construir se ha dicho!
Ginés Rosa
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