Totana en primavera
Me llega el folleto “Totana en primavera”, de acertado diseño y muy variado en su contenido, que se abre con la efemérides alfonsina de la donación a la Orden Militar de Santiago, a mediados del siglo XIII, de las tierras de las villas de Aledo y Totana, que ha venido como pedrada en ojo de boticario para darle al programa el valor añadido de la carga histórica de esta celebración, ocurrida un 14 de abril, como así sucediera con otra efemérides en tal día, el advenimiento de la II República, de la que apenas si se acuerdan unos cuantos y de la que esperamos ver llegar algún día su definitiva rehabilitación, que ya va siendo hora, aunque no le dediquen ni siquiera una simple lápida –nunca mejor dicho- como la recién colocada en memoria de la Encomienda. Al desastre que supuso su total derribo en aras de un urbanismo sin piedad hace más de tres décadas, se une ahora la tristeza que produce ver en qué ha quedado el recuerdo de aquella Encomienda-Casa Tercia, una de las más importantes instituciones en la historia de la villa de Totana.
“Totana en primavera” ha venido con la lluvia que ha puesto la Semana Santa y las fiestas capitalinas a remojo, sin que se haya librado ni el apuntador, pero dando a cambio verdor a nuestros campos, respiro a nuestros secarrales y frescores a nuestro entorno. “Totana en primavera”, digo, que con su prima hermana “Totana en otoño” forman el dúo de actividades culturales que han logrado elevar nuestro ambiente cultural, tan pobre, tan irredento y tan poca cosa en la época franquista que daban ganas de llorar, hasta que llegó el Instituto Laboral, que nos redimió de aquel desastre por la gracia de Dios, como así era todo cuanto nos pasaba entonces, menos mal.
La oferta cultural pública dirigida a la ciudadanía ha pasado a formar parte del grupo de cosas que se han vuelto necesarias para acompañarnos en nuestro diario existir, de ahí que estos encuentros con el teatro, la poesía, la literatura, la pintura, la música y el darle al picú, esto es, largar conferencias, deben pasar al terreno de lo habitual. Por contra, la realidad es que la asistencia a ciertos actos es harina de otro costal. Y es que el personal anda más propenso a volcarse en actos con paellas multitudinarias en el inmenso comedor de la Plaza de la Balsa Vieja, con su máximo exponente popular del roscón, que, a tenor de la fecha de la ingesta, cada vez es más de Inocentes y menos de Reyes.
La referencia más próxima que podemos traer a estas columnas es el concierto ofrecido días atrás por el magnífico pianista totanero Juan Miguel Murani en el Centro Socio Cultural “La Cárcel”, concertista de categoría mundial que por lo visto hace bueno lo de que nadie es profeta en su tierra. Lamentable, sencillamente. Algo falla aquí: o la comunicación, o el interés (otra cosa es darle a la cuerda y a la pandereta), o la elección del momento.
Con tanta actividad de todo tipo bien merece la pena que se instalaran carteleras o mobiliario urbano especial para mostrar a los ciudadanos de a pie la programación que se lleva a cabo, pues aquí la única ocurrencia que se ha tenido es la esperpéntica y aburrida pancarta del agua para todos, que no sé a cuento de qué (bueno, la verdad es que sí lo sé) la colocan en los balcones de nuestros ayuntamientos, cuando podían haberlas contratado y colocado (con la pasta que van sacando de los convenios urbanísticos de las urbanizaciones) en la basílica del Pilar de Zaragoza, o en el Alcázar de Toledo, miradores sobre los ríos Ebro y Tajo, respectivamente, por mencionar lugares donde la publicidad debe ser bastante rentable, y no en las fachadas de nuestras casas consistoriales, cuando se trata abiertamente de un claro juego político.
Pero Totana en primavera, sin comillas, es también y en buena medida la cita con la exaltación gastronómica de las primeras comuniones, que obligará al personal a ponerse de guapo, pasarlas canutas de calor, asistir a 2,65 comuniones por cabeza y por término medio, a soltar euros por un tubo y a visitar los restaurantes y locales acondicionados al efecto, pues Totana en primavera se viste y se olfatea de langostinos con mahonesa, dátiles con bacon, calamares en salsa, segundos y terceros platos aparte, que suelen ser los prolegómenos de la entrega del recordatorio de la primera comunión, que ahora, por obra y gracia de habernos convertido en uno de los países del club de los ricos, es una magnífica ocasión para comprobar las buenas migas que hacen religión y gastronomía.
Ginés Rosa
Artículos:
El rey y los obispos
La desmemoria histórica
Política y gastronomía
El carril bici del Guadalentín
El Plan nuestro de cada día
El ciudadano no tiene quien le escriba
“Made in China”,kaput
¡Que viene septiembre!
Nos estamos consumiendo
Evocación del verano
¡Santiago y cierra España! (¿por vacaciones?)
Ideas para el verano, con permiso
La autovía
Y ahora , ¿qué?
Adiós a nuestras señas de identidad
¡Pobre Totana, cómo te están dejando!
La dichosa pancarta
¡A construir se ha dicho!
Inmigrantes, ciudadanos de la UE y elecciones
50 años de El último cuplé
La torre de Totana y su convenio
Totana en primavera
Los "1000 euristas"
Este país
La Encomienda en el recuerdo
Cosas de la Semana Santa de mi pueblo
Algo más que una fecha
Borrón y cuenta nueva
Carta ciudadana a los Reyes Magos
El roscón de Totana
Navidad: de la capaza al carrito
Los “guardias” se trasladan
Deporte para todos, como el agua
La vendimia en el recuerdo
Sobre el habla de Totana
Totana internacional
Los puntos del carné
Plaza "la Constitución"
La variante norte
¡A todo gas!
Santa Eulalia, de convenio
La alfarería, en peligro
Nostalgia de las tabernas
Las calles de los generales
Totana y sus ciudades hermanas
|