Este país
Muchos españoles, sobre todo la clase política, suelen emplear la expresión “este país” sustituyéndola por “España”, porque no basta con querer alterar la unidad geográfica sino que hay que alterar, también, los conceptos. Los medios de comunicación dan buena prueba de ello. A mí eso de “este país” me suena, según los casos, a intencionadamente peyorativo, pretendidamente distante o absolutamente impersonal.
Sin duda que la expresión “este país” tiene cabida en cualquier texto literario y momentos y escenarios adecuados para soltarlo. Pero el “este país” que escuchamos a diario en la orteguiana España invertebrada suena a lenguaje resabiado, por lo general de gente escasamente respetuosa con la entidad nacional bajo la que se cobija.
Los hay que, por el hecho de hablar una lengua distinta a la común nacional, aunque todas ellas sean de extracción romance y del mismo entorno familiar -si exceptuamos el euskera, que ni en el País Vasco pueden aclarar de donde viene, pero bienvenida sea, que aquí somos muy respetuosos con las lenguas-, ya se creen poco menos que ciudadanos de superior categoría y a los que no se les puede meter en la misma olla que a los demás. Para ellos, el dilema se resuelve diciendo ”este país”, por lo general con aire de menoscabo.
Los hay que, a fuerza de oír este trueque lingüístico, que no es otra cosa que un claro subterfugio para escatimar tamaña evidencia, acaban por incorporarla a sus particulares verbos y hasta les suena como a expresión intelectual, que ya está bien de decir “España”, como si se tratara de una vulgaridad o un concepto pasado de moda.
En la España de las nacionalidades –o como quieran llamarlas en los preámbulos estatutarios, que con sus panes se lo coman, puesto que los muertos que ellos matan gozan de buena salud-, asunto que pone de uñas a los señores de la derecha una, grande y libre, “este país” viene a sustituir a incómodas referencias a España o al Estado español, porque aquí el personal quiere tener su propio Estado, como quiere tener su propio río, que no hay forma de que dejen de mirarse el ombligo.
Como les ocurre hoy a los cartageneros –no sé a cuantos- con su soñada provincia, y todo eso porque entre 1873 y 1874, a lo largo de seis meses, hubo un movimiento cantonalista encabezado por el murciano Antonete Gálvez, y se pusieron a dar el follón con su independencia al gobierno de la I República, que estaban hasta el gorro de tanto romanticismo político, disidencia y mosca cojonera cantonalista.
Y, según acabo de leer, la mismísima Lorca, en palabras de su alcalde, “tiene identidad para aspirar a ser una provincia” (¡¡marchando!!), que para eso tienen el segundo término municipal más grande de… ¡voy a decirlo!: ¡¡¡¡España!!! Así que Totana, con todas sus urbanizaciones previstas y el nuevo pueblo del clan de los gallegos, a construir por la zona de el Paretón, y dejarse de la ordinariez de cultivar lechugas y brócoli (véase La Opinión de 25-9-06, pág.17), con su parejita de campos de golf, como el nene y la nena de nuestras familias, con unas 20.000 personas para ir abriendo boca y organizando colas, iría a parar a la provincia de Lorca, que se vería beneficiada de la imagen mundial de nuestro roscón de reyes. Así, un totanero sería, por este orden, natural de Totana, provincia de Lorca, Comunidad Autónoma de la Región de Murcia, España cañí, quedando muy claro en el carné de identidad, para evitar mareos, como dicen en mi pueblo.
Y ya metidos a hacer provincias como churros, pasaríamos del ancestral “Murcia, dos: Murcia y Albacete”, convertido en “Murcia uniprovincial”, al “Murcia, tres: Murcia, Cartagena y Lorca”. ¡Y vengan cargos públicos y todos a vivir de los presupuestos oficiales! ¡Y cada provincia tendría su televisión oficial, faltaría más, puesto que el señor Ruiz Vivo ya nos dejó el modelo de la tele autonómica murciana –el canal 7- por sólo 7.000 millones de pesetas al año, IVA no incluido, que aquí con el dinero del prójimo se hacen virguerías! Claro que en Totana ya somos muy veteranos en esto de la tele, pues tenemos tres canales (con gas, sin gas y semi, la gama completa) y vamos bien servidos, que a los políticos, con tanta imagen y sonido, no les cabe un piñón por salva sea la parte. Y es que en “este pueblo” hay mucho alpiste cotidiano para los medios de comunicación, porque aquí pasa cada cosa…
Ginés Rosa
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