PORQUÉ LOS TOTANEROS CANTAMOS HABANERAS
por Ginés Rosa
La presencia de la habanera en el
acervo cultural de Totana es una especie de misterio cuya explicación ha
despertado entre los totaneros, todo hay que decirlo, muy escasa curiosidad pese
a la popularidad que este género musical goza por estas tierras cargadas de
sentimiento habanero. Podríamos creer, ante semejante ausencia de factores
explicativos, que los totaneros fuimos ungidos desde lo alto para cantar
habaneras sin más, pues nuestras relaciones con la isla de Cuba en los primeros
tiempos de las habaneras (esto es, cuando la habanera iban formándose y era
interpretada de acuerdo con unos cánones que ya podían considerarse muy
característicos) eran prácticamente inexistentes, salvo en las experiencias y
recuerdos que nos traían los soldados que habían vuelto (¡y cómo volvían los
pocos que quedaron!) de la guerra de Cuba. De este modo, cualquiera diría que la
habanera nos bajó del cielo especialmente diseñada para los totaneros, sin
intermediarios ni añadidos superfluos, esto es, por intercesión divina, y a
partir de entonces nos pusimos trascendentes y nos dio por cantar letras tan
hermosas como aquello de
Más blanca que la espuma que surge de las olas, tu
frente es el destello de un sol
meridional.
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Lo cierto es que la habanera apareció por Totana, no sabemos
con exactitud cuando, aunque ya podemos explicar a los totaneros el cómo y el
porqué nos llegó. La habanera apareció por estas tierras como un dardo disparado
certeramente al corazón de un pueblo amante del canto meloso, sencillo y
nostálgico, lo que bien equivale a decir que fue un flechazo, casi jurando amor
eterno por nuestra parte, tal fue el embeleso que surgió tras los primeros
encuentros.
La verdad o, al menos, lo que se traduce después de las
investigaciones llevadas a cabo por estudiosos de la habanera -entre los que
modesta y honrosamente se encuentra un servidor (1)- este flechazo nos llevaría
no más allá de las dos últimas décadas del siglo XIX, aunque el momento más
probable del inicio de la consolidación de estas relaciones deberíamos situarlo
en torno a las fechas en que tuvo lugar la pérdida de nuestras últimas colonias,
Cuba no sería una más sino que llegaría a ser la más querida de todas, después
de una guerra cruenta que no llegó a establecer un barrera de odio y de
enemistad entre cubanos y españoles, sino todo lo contrario: el mayor
contingente inmigratorio de españoles hacia Cuba se produjo, precisamente,
finalizada la contienda entre la metrópoli y la isla, en los primeros años del
siglo XX.
Ambos pueblos, que, en realidad y pese a las diferentes etnias,
constituían uno sólo, unidos estrechamente por unas tradiciones y una
cultura comunes, protagonizaron con este reencuentro tras la guerra uno de los
episodios humanos más emotivos que se conocen. Eran los años de la habanera
"Tú", que se cantaba a ambos lados de las trincheras y que representó -y así
sigue siendo en la isla- una de las melodías de más marcado carácter
nacionalista cubano, no en vano entre los años 1895 y 1899 fue cantada, siempre
con emoción, por los soldados de ambos bandos, expresando en su majestuoso ritmo
y hermosos versos toda la esencia de aquella hermosa isla inmersa en la tragedia
de una guerra ocasionada por la ceguera de una política que, con tal de no
conceder la independencia, llegó a pronunciar en labios del presidente Cánovas
aquella triste frase: "Hasta la última peseta y hasta el último
hombre".
En Cuba,
la isla hermosa de ardiente sol,
bajo tu cielo azul,
adorable trigueña
de todas tus flores
la reina eres tú.
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La pérdida de Cuba fue el golpe más fuerte que acusaron España
y los españoles en aquella despedida de siglo que daría paso a una de las etapas
más cruciales de nuestra historia moderna, de profunda revisión crítica interior
de la vida nacional protagonizada principalmente por la llamada "generación del
98"· Desde entonces, nada más iniciarse el siglo XX, una famosa frase se uniría
a nuestro lenguaje coloquial, tan bien acuñada y de tanto significado que
persiste hasta hoy: "Más se perdió en Cuba", minimizando así cualquier
situación problemática frente al golpe que supo le pérdida de Cuba, en poder de
España quince días después de que Colón hollara sus plantas en una playa de una
isla -La Española, actuales República Dominicana y Haití- que la bautizara con
el nombre de Cubanacán (2).
La habanera, esa refinada golosina musical que tanto apreciamos
los totaneros y que forma parte de nuestro contexto cultural, fue uno de los más
preciados tesoros que los españoles se trajeron de Cuba, después de siglos de
intercambio que fructificaron en lo que se llama, y con muy justa propiedad,
cantes de ida y vuelta, entre los que se cuenta la habanera, en una
mezcla de lo hispano y de lo caribeño, que dio como resultado un producto de
alto valor cultural, omnipresente en muchos ritmos, danzas y bailes que combinan
perfectamente lo mejor de este sincretismo secular entre España y Cuba, Cuba y
España.
Por la vía del mar
Totana, al contrario que otras poblaciones costeras conocidas
por su vocación hacia el canto de la habanera, carecía de todo aquello que hizo
posible que la habanera llegara por vía marítima gracias a las magníficas
relaciones comerciales que se establecieron con la isla de Cuba, lo que permitió
continuos viajes de ida y vuelta que propiciaron este ir y venir de canciones y
músicas. La habanera sería uno de los productos que se hicieron patentes en
aquellos largos viajes donde la marinería refugiaba sus nostalgias y
sentimientos en estas melodías cadenciosas, fáciles de retener y entonar que
lograban mantener vivos los recuerdos y añoranzas de viajeros y tripulaciones.
No es extraño que, en ocasiones, aquellas habaneras se entonaran a coro en las
cubiertas de los barcos mercantes y de pasajeros, en momentos de placidez, en
las horas crepusculares, o seguramente a la llegada a un puerto y en las
despedidas para echarse de nuevo a la mar, continuando la travesía.
La habaneras cantadas en los barcos llegaron a ser una especie
de tarjeta de identidad de cuantos recorrían aquella gran ruta de las
Españas.
Allá en La Habana, allá en La Habana, qué
dulces son los besos de las
cubanas.
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La zarzuela y la habanera
La zarzuela, género que tuvo su época de oro entre el periodo
que abarca las dos últimas décadas del siglo XIX y los años 20 del siguiente, se
iba a convertir en el vehículo más importante y decisivo para la difusión y
popularización de la habanera, hasta el punto de que el número de la
habanera, tanto a coro como en dúos, llegó a ser la parte más importante y
esperada por el público. Sin duda, la zarzuela se convirtió en el mejor y más
popular soporte para que las habaneras de los grandes maestros de la zarzuela
difundieran por toda España la cadencia de este ritmo binario que hizo furor en
nuestro país, proliferando, de paso, en muchas obras de los grandes compositores
clásicos de la época.
Habría que destacar un hecho ligado a las relaciones
comerciales con la isla de Cuba, protagonizadas por el conocido industrial
almameño Lorenzo Rubio, "el Pelúo" y "el Cubano", como indistintamente se le
conocía, a partir de principios del siglo XX, que creó un imperio industrial
para la época en la vecina Alhama, donde cientos de trabajadores, entre ellos
muchos totaneros, participaron en aquellos buenos años de exportación hacia
la isla caribeña de productos elaborados en la fábrica "Oriente Lorenzo Rubio",
situada donde actualmente se levanta el parque "La Cubana", en memoria de Emilia
Arias, mujer de Lorenzo Rubio, nacida en Palma Soriano, junto a Santiago de
Cuba, en el Oriente de la isla. Estas relaciones comerciales se vieron
enriquecidas por la llegada de muchas habaneras que eran interpretadas por los
trabajadores. No cabe duda de que los totaneros se llevaron la habanera para
Totana, precisamente en unos momentos en que la zarzuela ya había dejado
notables influencias en la población.
Habaneras en los almacenes de Totana
Una fase decisiva de este amor de Totana hacia la habanera
tendría lugar en un escenario muy característico de nuestro pueblo: las
desaparecidas naves de selección y empaquetamiento de frutas para la
exportación, más conocidas como los almacenes. Las habaneras que
interpretaban grandes grupos de mujeres trabajadoras en estos almacenes (hasta
veintidós se llegan a citar en el libro "Habanera, canto de Cuba, nostalgia de
Totana") constituyeron un episodio de alto valor sociológico y cultural, puesto
que la habanera, como ocurrió en otros lugares de España, sirvió de elemento de
cohesión en el trabajo, llegando a unos altos valores de calidad en su
interpretación hasta el punto de llegar a ser uno de los grandes jalones
nacionales del canto e interpretación libre de la habanera en España.
El resto de la historia, desde aquellas décadas de las
habaneras en los almacenes, tiene, a mi juicio, tres grandes etapas que conviene
fijar una vez más: la primera de ellas, en 1955, cuando el grupo de Acción
Católica (15 componentes -guitarras y voces- y el maestro Alarcón) participó en
el I Certamen Nacional de Habaneras de Torrevieja, consiguiendo el segundo
premio de pequeños conjuntos: 1959, cuando se creó el grupo "Habaneras de
Educación y Descanso" (39 componentes); y 1981, que presenció el nacimiento del
Certamen de Habaneras de Totana bajo el nombre de "Concurso Local de Habaneras",
al que siguieron los de "Certamen Regional de Habaneras", en 1982, Certamen de
Habaneras y Canto Coral" en 1983, hasta 1990 en que comenzó a denominarse
"Certamen de Habaneras", hasta julio de 2002 en que celebramos la XXII
edición.
Ha pasado algo más de un siglo desde que los totaneros tuvimos
la suerte de conocer este canto que, como ningún otro, ha calado en nuestros
sentires, en nuestro corazón, en nuestra personalidad de pueblo tranquilo,
apegado a un paisaje cálido y relajante, pueblo sin prisas y, por lo tanto,
siempre dispuesto a entonar una habanera de bellas letras que sorprende a los
extraños, a quien no sepa de estas relaciones tan íntimas y tan fructíferas que
se establecieron entre la habanera y las gentes de Totana.
Un día, no sabemos cómo ni de qué forma, pero así fue, pese a
no tener barcos, ni playas ni comercio con la isla de Cuba, los totaneros, al
escuchar una habanera, comprendieron que aquellas notas, aquel ritmo, aquella
cadencia, podía ocupar en Totana un lugar de privilegio, como así sería en un
corto espacio de tiempo. Hoy, cuando los totaneros cantan las habaneras, con su
cadencia tan característica y adormecedora, parece como si alguien las hubiese
creado especialmente para ellos.
Por eso pido a mis paisanos que sigamos fieles a este flechazo
que tanto ha contribuido a forjar algunos de nuestros mejores rasgos
espirituales, nuestro aire nostálgico y nuestra inagotable melancolía, como así
queda de manifiesto cuando entonamos
Ven acá, que la noche es serena, ven, mi amor, a la
orilla del mar, y sentada conmigo en la arena oirás las
sirenas
cantar.
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(1) ROSA LÓPEZ, Ginés: "Habanera, canto de Cuba, nostalgia de Totana".
261 págs. Ayuntamiento de Totana, 2000.
(2) MORENO FRAGINALS, Manuel: "Cuba/España, España/Cuba. Una historia
común".
Grijalbo-Mondadori. Barcelona, 1995.
(Recomendamos la lectura de este libro excepcional del desaparecido
historiador cubano, escrito como si de una crónica periodística se tratase,
relatándonos una apasionante historia de Cuba a través de sus relaciones con
España, hasta 1898).
"Habanera: canto de Cuba, nostalgia de Totana".
He aquí una de las manifestaciones más singulares que, tras
penetrar en España por distintos caminos (la navegación comercial atlántica, el
regreso de los soldados de la isla de Cuba y la zarzuela) llegaron a tierras
murcianas, concretamente a Totana, donde halló un especial microclima, para
echar potentes raíces y convertirse en una de las señas de identidad de todo un
pueblo que encontró en sus bellos espacios naturales ("La Santa" y los huertos)
y en lugares de trabajo (almacenes de mandarinas y almendras) los mejores
escenarios para cantar, en pequeños o grandes grupos, las habaneras que han
hecho de Totana un ejemplo de interpretación cadenciosa y uno de los grandes
reductos españoles de la más pura nostalgia habanera.
En Totana, a lo largo de más de cincuenta años, tuvo lugar uno
de los hechos más singulares en torno a la habanera como elemento de compañía
del trabajo, lo que se conoce como las "habaneras de los almacenes".
Este libro, dividido en tres partes, nos cuenta cómo nació la
habanera en la "perla del Caribe", su llegada a España y el proceso de difusión
y arraigo en Totana, para terminar ofreciéndonos una pequeña "Guía de la
habanera".